Elecciones 2014: ¿trascendentes o serán más de lo mismo? -Por José Carballo

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El meollo de la cuestión y un punto a reflexionar

Si la democracia tan solo fuera un simulacro electoral donde masas de ciudadanos votan para elegir a la élite  gobernante, pues entonces podríamos adelantar que de estas elecciones 2014 el régimen saldría bien parado, favorecido suplementariamente por lo que las encuestas señalan como una significativa baja del abstencionismo y un mayor interés de muchos ciudadanos por sufragar a favor de uno u otro candidato y su partido. Pero no es así, sino que nos aproximamos a unas elecciones con un perfil fuera de molde tradicional.

Primeramente, hay un cúmulo de deficiencias muy notorias que tienen que ver directamente con el comportamiento de los actuales amos del poder, los partidos políticos y quienes dirigen las instituciones estatales, actores mal parados y cuya cotización ha ido a la baja en lo que va del siglo, como para salir afirmando ahora que una mayor concurrencia a las urnas el 2 de febrero pueda significar un voto de confianza y credibilidad hacia ellos, o bien constituir una muestra de optimismo y esperanza en lo que esta democracia le pueda deparar a los electores esta democracia tan deficitaria en actual forma tan manipulada por políticos marrulleros y tecnócratas neoliberales de derecha salidos del PLN, el PUSC y el Movimiento Libertario. Más allá de las apariencias y formalidades, lo que hoy tenemos es un electorado que nada en la miseria democrática.

Pensamos que lo que realmente se perfila en el horizonte nacional como la oculta “clave interna” de una probable nutrida votación, es más bien un voto masivo de protesta y castigo; una mala pasada impensada para la clase gobernante y salida de la indestructible e indomable imaginación democrática aún viva y fecunda de la ciudadanía atenazada, e hija de la fuerza, la pasión y la luz del Pensamiento Crítico. Veamos por qué.

¿Un renacer de la imaginación democrática desde el ser social ciudadano?

Salido del descrédito y de un rechazo mayoritario hacia la clase gobernante por su estilo de mando elitista, autoritario y socialmente excluyente, ese eventual voto crítico podría encarnar una reacción social común observada ya en muchos otros países en donde, al igual que en Costa Rica, se han impuesto el neoliberalismo y una globalización destructora del Estado de Bienestar, socialmente injusta, desequilibrada e incontrolada; sobre todo muy antidemocrática por descender en línea vertical de los organismos financieros internacionales, la banca usurera y el gran capital corporativo.

Ante ese avasallamiento venido de afuera e impuesto desde arriba, pueden erguirse el anhelo y la utopía democrática como invención cultural deseosa de resurgir, como Ave Fénix, de las cenizas aún ardientes del famoso siervo menguado, al que alude nuestro Himno. Una especie de salto hacia delante de la conciencia popular, harta ya de tantas transgresiones y frustraciones por parte de los operadores de esta defectuosa democracia.

Tengamos en cuenta que infinidad de procesos electorales recientes han servido en muchas partes –y, afortunadamente, seguirán sirviendo- a ciudadanías vilipendiadas, empobrecidas y obligadas a sufrir en carne viva la implantación de modelos económicos de talante neoliberal, para que, llegada la hora y captada la oportunidad, aproveche las urnas a fin de castigar duro y desbancar del mando a las coaliciones que han hecho el trabajo sucio y servil de imponerlos, mancillando de paso la democracia y rebajando la calidad de vida de las clases medias y populares.

Algunas de esas coaliciones conservadoras y recalcitrantes no vieron su fecha de vencimiento y han sido desplazadas abruptamente del poder. Otras menos caducas o acabadas, han visto debilitarse más y más su aceptación y credibilidad, a tal punto de casi no poder gobernar sin volcarse de lleno hacia el autoritarismo; lo que les complica la legitimidad y aprobación electoral, como lo cual hemos presenciado en nuestro país a raíz de la implantación del “pensamiento único” (el “no hay alternativa” de la dogmática u ortodoxia neoliberal), la “democracia en dictadura” y el mafioso “Estado Paralelo” de los Arias, el PLN y sus aliados. Por lo mismo, ni que decir tiene que la clave social de estas elecciones y de una eventual ruptura política en pro de más y mejor democracia real en Costa Rica, no vendría a ser solamente una clave local, sino además latinoamericana y global que reivindicaría el carácter cosmopolita de la lucha por la democracia. 

El impacto acumulativo de las protestas y movilizaciones sociales

Hay otra dimensión importante, una sedimentación persistente en el escenario de fondo de estas elecciones 2014 que no debe perderse vista, puesto que contribuye de lleno a realzar el malestar imperante, lo mismo que a la búsqueda de una respuesta en colectividad ciudadana al verdadero desafío político que enfrentamos en la lid electoral; cual es alcanzar un mundo y una vida mejores con superiores estándares de libertad, igualdad y fraternidad. Se trata de un acumulado, en esa dirección, de demandas sociales y propuestas muy legítimas y bien fundadas que, si se atendieran debidamente, nos conducirían más allá de un status quo inmovilista, sin luces de esperanza y acogotado por los efectos de la Gran Crisis de la burbuja inmobiliaria y el colapso global del “capitalismo de casino” que nos azotan desde el año 2008.

El hecho es que desde allí, desde ese ebulliciente sustrato social de aspiraciones y esperanzas, puede levantarse una presión democrática y hasta un “tsunami ciudadano” comparable al impulsado por los Comités Patrióticos de Lucha contra el TLC del 2007; incluso, uno mucho más potente, capaz de darle un vuelco a la correlación de fuerzas en un sentido más progresista y renovador, bajo un nuevo estilo de liderazgo , carismático, unitario y a la vez plural, que convoque y responda a todas las sensibilidades, ideologías y posiciones políticas contestatarias sin tratar de meterlas a todas en una “camisa de fuerza”. Solo así podría emerger un cambio emancipador,  eso sí impulsado con coraje y audacia, bajo la consigna estratégica de “unidad en diversidad”.

Ese giro se requiere para entronizar un intenso diálogo inter-político, abrir negociaciones concertadoras de entendimientos comunes, y pactar una serie de “acuerdos programáticos sobre mínimos” -o programa básico- que legitime y articule la diversidad democrática y catapulte al poder a una nueva coalición ganadora. Una estructura a la cual se integren actores y fuerzas más allá de los partidos políticos.Partidos que, debe destacarse, padecen una aguda crisis de credibilidad, representación y participación, de la cual solo los más visionarios podrán salir por la vía de sumarse de lleno al proceso transformador, como lo ha ido haciendo el Frente Amplio y su candidato presidencial con buen tino, mucha novedad y positivos resultados.

En resumen, habría que lograr -ojalá para estas elecciones 2014- que el centro político donde se agolpan las clases medias descontentas se aleje multitudinariamente de la derecha neoliberal y la ultra-derecha fascista, que rechace sus coqueteos, su corrupción y manipulaciones clientelistas, en fin, que deje a un lado temores infundados y se pase a jugar cada vez más cerca de la izquierda y a la par de las demás fuerzas populares de la insurgencia civil en ascenso, hasta conformar una nueva mayoría emergente que desplace del poder a la actual coalición liderada por el PLN. De otro modo, sin un gran y masivo músculo político construido desde abajo como máxima expresión de un gran pacto social, no se podría reemplazar esa gastada y decadente coalición de derechas.

Nos acercamos a un momento excepcional de ruptura y recomposición 

Propulsadas desde la sociedad civil por una infinidad de organizaciones sociales (sindicales y no-sindicales) a lo largo y ancho de todo el país, las demandas y tendencias emancipadoras comenzaron a irrumpir desde la sociedad civil con la gran movilización y confrontación llamada anti-Combo del ICE en el año 2.000. Y han venido multiplicándose últimamente en muchos sectores y localidades, alentadas por el desprecio, la incomprensión e inoperancia del gobierno liberacionista de Chinchilla. Recordemos que toda  demanda de ese importe es conciencia de lo propio, pero se socializa y agranda al ser confrontada con la conciencia de los otros acerca de sus propios anhelos malogrados, por tanto, se torna susceptible de levantar presiones sociales y políticas democratizadoras “desde abajo”, desde la gente, como contrapeso al autoritarismo, la lejanía e incomunicación de una torpe clase gobernante.

Justamente, desde hace rato, la  reacción del PLN y sus socios –como el PUSC y los Libertarios- ha sido enconcharse, poner oídos sordos a las demandas populares o reprimirlas dejando de lado los mecanismos de cualquier negociación o mediación política efectiva, mediante los que es factible traducir una conflictividad social desgastante e improductiva en su opuesto, en una opción de salida que sea capaz de mejorar la gobernabilidad y la calidad de la vida democrática. El hacer caso omiso de la insurgencia social ha restado legitimidad y, por ende, título básico para gobernar a la coalición gobernante.

Semejante conducta empecinada y errónea digna del avestruz, ha exacerbado los choques inter-sectoriales y la polarización ideológica. Evidencia la atrofia e inhabilidad del sistema político presidencialista/bipartidista y de sus operadores actuales para enfrentar tanto el multipartidismo – que se entronizó a partir de las elecciones de 1998- como el pluralismo social. Nos referimos a una dinámica surgida de una conflictividad indisolublemente conectada a intereses y luchas de clase afectados negativamente por una galopante desigualdad social y una voracidad implacable de los acaparadores de riqueza, tanto de los nacionales como los foráneos. Con el agravante de que las recetas neoliberales que el PLN y el PUSC (o PLUSC) importaron después de 1980 de los organismos financieros internacionales, les aconsejaron subordinar la toma de decisiones políticas a las directrices e intereses de los mercados y la economía, e intentar una correlativa reconversión del “Pueblo de los Ciudadanos” en un pasivo y alienado “Pueblo de Mercado”, o sea, en una masa de manipulables y endeudados consumidores, alejados de la política y del ámbito de lo público. En ese trance, renegaron de lo prescrito por los idearios y fórmulas socialdemócratas y socialcristianas con que antes gobernaron para girar, como PLUSC-bipartidismo, hacia el neoliberalismo de derecha; lo que les ha causado severos problemas de legitimidad en sus gestiones de gobierno que hasta hoy no logran superar.

Las penurias y daños acumulados son enormes, igual la suma de perdedores

El resultado palpable a la fecha de esa indiferencia y rechazo a las demandas democratizadoras, ha sido un desasosiego, una pérdida de confort y cohesión de la sociedad, así como de eficacia/eficiencia por parte del Estado; un clima de ingobernabilidad, desorden y caos donde vemos muchos actores y fuerzas centrífugas extendidos por muchos ámbitos de la vida nacional y en el manejo de las relaciones internacionales. Podríamos afirmar que se ha entronizado una especie de “entropía” sociopolítica, un desgaste, una pérdida de dinamismo y energía del sistema-país como tal, la cual posee múltiples conexiones y paralelismos observados con el sistema-mundo capitalista, que exacerban la inestabilidad del sistema interno.

No hay duda de que antiguos y nuevos “perdedores” en los juegos globalizados están pesimistas y estropeados al haber visto empeorar sus oportunidades y probabilidades de vida. Aún con ese ánimo encima, han comenzado a presionar por ajustes y transformaciones nada simples, adaptadas al molde de una sociedad con estructura más diferenciada, estratificada y fragmentada, pero regida con un modelo económico que viene colapsando desde la fuerte recesión de 2007-2008 y que no cesa de provocar temores e incertidumbres sobre el futuro, especialmente en materia de empleo y seguridad laboral. Empero, nada de eso sería crítico o problemático si no se diera en medio de agravantes tensiones introducidas por grados crecientes de desviación moral y transgresión de valores, lo mismo que por redes de corrupción y criminalidad organizadas.

Encima de esa desorganización- que en Sociología se denomina “anomia”-, hemos visto que la población debe soportar ingentes problemas y costos –llamados eufemísticamente “daños colaterales”- que la globalización y los mercados externos le trasladan desde afuera y le obligan a internalizar en sus adentros; y ello sin que pueda remediarlos la agobiada sociedad, ni los individuos por su cuenta, mucho menos un Estado recortado, deteriorado y desarticulado, carente de todo tipo de recursos como para por lo menos atajarlos o apagar incendios. Como vemos, estamos casi al garete, sometidos a inmanejables presiones cruzadas, y al borde de una crisis de desintegración y viabilidad nacional, o sea, de una quiebra (a lo mejor irreparable e irreversible) del modelo territorial del Estado-Nación, sin que otro a escala global lo haya efectivamente reemplazado como mecanismo de regulación y manejo de tensiones.

Urgencia de trasladar una mayoría social a un éxito electoral

Como resultado de todo lo anterior, nos hallamos en un momento que puede ser crucial; a lo mejor al borde de unas elecciones críticas, signadas por un realineamiento inesperado de la dirección y distribución final del sufragio a solo días de la apertura de las mesas, frente a un posible vuelco del electorado y un golpe de timón político, un sopetón que las encuestas más confiables vienen atisbando, aunque sin poder acercarse a descifrar el posible desenlace o alineamiento final del electorado respecto de candidatos y partidos, sea en primera o segunda ronda electoral.

No hay que jugar de adivinos para sospechar que hay una mayoría social descontenta que perfectamente podría acercarse a los recintos para hacer valer su sufragio en contra de la actual coalición neoliberal de poder; en cuyo caso se estaría convirtiendo en una mayoría política capaz de desplazarla y dispuesta a acceder a aquellos aparatos públicos indispensables para gobernar y conducir profundos cambios estructurales.

Un viraje así abriría márgenes para poner en cintura a los mercados, acotar la voracidad de los grupos corporativos, y atacar las fuentes de la desigualdad y la exclusión social, mediante propuestas visionarias y alternativas de política pública innovadora (contra-modelos) capaces de cambiar el rumbo del país, de beneficiar a las grandes mayorías sociales, así como de motivar y empoderar a la ciudadanía, todo ello a fin de renovar una alicaída democracia. Este es el gran reto político y programático hacia adelante. Y no solo para los sectores de izquierda, sino para todos aquellos perdedores netos en estos tiempos oscuros, golpeados por la ruleta descontrolada e inhumana de los mercados desregulados; incluida allí la clase media y media-baja, tanto como una nueva generación de jóvenes desempleados junto a miles de trabajadores informales mal pagados, de asalariados contratados por menos del salario mínimo, de campesinos sometidos a extinción, todos carentes de oportunidades y muchos dispuestos a ensayar nuevas formas de protesta y movilización pública.

Al final surge una interrogante

La gran pregunta de cara al reto del cambio de rumbo es: ¿daremos o no ahora el salto hacia adelante en pos de un mejor destino común; o una vez más nos van a acorralar e inhibir el miedo, la incertidumbre y el engaño que blanden desde arriba y desde atrás como látigo domador, los poderes establecidos y favorecidos por el actual desorden de cosas?

Ya lo veremos cuando cierren las urnas; aunque siempre quedarán tareas pendientes y a seguir afrontando con ahínco bajo ese gran objetivo esperanzador de aglutinar una nueva mayoría ciudadana, más libre y autoconsciente, mejor organizada y empoderada para edificar un mejor país para todos, y no para unos pocos, con un Estado de Bienestar avanzado y una sociedad civil conformada por ciudadanos militantes en una democracia revitalizada de alta intensidad. Aquí, en este punto, es donde el modelo seguido por los países nórdicos de Europa adquiere mucha relevancia como guía o paradigma a considerar, no a imitar mecánicamente.

Pensamos y deseamos una mayoría social valerosa y audaz, dispuesta a asumir la tarea de reencauzar las estructuras del país y sus relaciones internacionales por una senda de progreso con bienestar, energías y ambiente natural sostenibles, con  mayor independencia y soberanía frente a los embates de la globalización. Un proyecto inclusivo y solidario, una casa común, una estructura de poder que anide a descontentos, desheredados y críticos; una nueva coalición política comprometida a gobernar de otro modo, no para una voraz, ciega y corrupta minoría que vela solo por su interés egoísta como hasta ahora viene sucediendo, si no que tenga por norte el interés público y colectivo de todos y  cada uno de los ciudadanos, de las antiguas y nuevas generaciones, y sobre todo el rescate y reincorporación a la sociedad de los menos favorecidos  y más desprotegidos, cuyos derechos y aspiraciones el actual sistema se niega a reconocer y a satisfacer justamente.

Ese es el gran desafío y la gran meta por delante. La oportunidad es histórica y debemos aprovecharla ya, sin dispersar el voto paro no perder poder.

Por eso, es la hora de sumar y no de restar. Se puede, y hay que hacerlo.

 

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