Argentina: más de 250 mil personas le rindieron culto al santo popular Gauchito Gil
Más de 250.000 peregrinos se reunieron en el santuario principal, ubicado a 8 kilómetros de la ciudad de Mercedes, para venerar al más humilde de los santos populares argentinos, en el encuentro religioso de mayor importancia que se lleva a cabo en Argentina.
Si bien las muestras de fe hacia este santo no reconocido por la religión oficial se extienden a lo largo de todo el territorio nacional, el lugar en el fue asesinado el gaucho Gil se convirtió en un santuario que congrega a la romería más importante que pueda darse hoy en toda América Latina, solo superada por la visita del papa Francisco el año pasado a Brasil.
Antonio Mamerto Gil fue un gaucho perseguido por las autoridades que lo señalaban como desertor, algo de lo que no había dudas, dado que se había negado a seguir formando parte de Ejército de Bartolomé Mitre a la vuelta de la Guerra contra el Paraguay; pero también de ladrón, acusación que en cambio sí es rechazada por sus fieles, quienes aseguran que `el Gauchito` le quitaba a los que tenían de más para darle un poco a los que no tenían nada.
Así, mezcla de Robin Hood y Jesucristo, el Gauchito Gil, a su vez devoto de otro santo pagano, San La Muerte, logró cierta popularidad entre sus paisanos y pasó a la categoría de mito justo en el momento en que uno de los soldados que lo había capturado le dio muerte degollándolo mientras lo tenían colgando de un árbol, porque no sabían muy bien qué hacer con él.
Segundos antes de morir, el 8 de enero de 1878, Antonio Gil le aseguró a su verdugo que si antes de volver a su casa rezaba por él, su hijo enfermo terminal se curaría, cosa que finalmente sucedió.
Ese milagro fue la piedra basal de una serie interminable de acciones atribuidas al gaucho, desde donde se edificó un fenómeno de religiosidad popular que durante décadas se mantuvo casi en secreto por los desposeídos que sostuvieron la llama del mito, y que en los últimos años alcanzó una masividad que llegó a las ciudades y ya no distingue clases sociales ni barreras de ningún tipo.
De todas maneras, el núcleo y la base social que sostiene al santo se encuentra en los sectores populares, capaces de exponerse a temperaturas superiores a los 45 grados como los que hubo durante la vigilia que comenzó el lunes temprano y se extendió hasta las cero horas de hoy, cuando al comenzar un nuevo aniversario de la muerte de Gil se desató en el lugar una tormenta brava que voló varias de las carpas montadas a la vera de la ruta provincial 123, y que dejó varados en el barro de la banquina a colectivos y camionetas que habían llevado gente hasta el lugar.
«Le vengo a agradecer al Gaucho todo lo que hace por mí, estoy muy agradecida con él y desde hace nueve años que nunca falto en esta fecha», contó a Télam Marta, una ama de casa de 52 años que viajó diez horas en micro desde el partido bonaerense de San Martín, y que llevaba cinco haciendo la fila para poder entrar a santuario.
Misma cantidad de tiempo llevaba de pie Diego, un cordobés de cuarenta y pico que esperaba por ingresar al altar del Gauchito para agradecerle «que salí en libertad gracias a él», según confió a Télam.
Todos los devotos del Gauchito que llegan al lugar prometen un regreso, ya sea para agradecer el pedido concedido, para renovarlo, o para insistir al santo que no olvide echar mano a sus poderes milagrosos allí donde ellos lo necesitan.
Eso hace que cada vez sean más las personas que peregrinan hasta el lugar, «porque la gente humilde es muy agradecida y siempre vuelve», dice Jorge, un hombre de Laferrere que vino por tercer año consecutivo, en esta oportunidad acompañado por primera vez por uno de sus hijos adolescentes.
En otro lugar de la fila interminable de devotos que esperan bajo el rayo del sol por acariciar la figura del Gaucho dentro del santuario, Nicolás, un joven llegado desde Monte Chingolo para agradecer el nacimiento de su hijo Benjamín, sintetiza el espíritu de esta fiesta pagana cuando aclara que se vino hasta Corrientes «porque este año tuve un hijo y salió todo bien ¿Qué más le voy a pedir al Gaucho?».