Presidenta celebra 30 años de la democracia y denuncia planificación de saqueos
La presidenta Cristina Fernández dedicó la mayor parte de su discurso por los 30 años de la democracia argentina a denunciar que los saqueos que se produjeron en distintas provincias fueron planificados y ejecutados «con precisión quirúrgica». Con todo el oficialismo conmocionado por la sucesión de episodios violentos que comenzaron con el acuartelamiento de la policía de la provincia de Córdoba, la jefa de Estado dedicó el acto institucional realizado en el Museo del Bicentenario a efectuar un fuerte pronunciamiento contra «los violentos» y utilizó la palabra «extorsión» para referirse a la decisión de varias fuerzas de seguridad provinciales de no cumplir con el servicio esencial –un derecho constitucional, por otra parte– de brindar protección a personas y bienes. «Hay que condenar la extorsión a una sociedad por aquellos que portan armas, y mucho más aun lo que hemos visto y que cuentan los propios gobernadores, con los que hablé mucho en estas últimas horas, de liberar zonas para que vaya gente a cometer delitos», fue una de las definiciones más duras de la mandataria, que ayer se mostró por primera vez en un acto masivo, luego del reposo al que debió someterse tras su intervención quirúrgica.
La expectativa sobre las palabras que pronunciaría la presidenta en el subsuelo de la Casa Rosada había ido creciendo con el paso de los días, a medida que continuaban los reclamos de las policías provinciales (ver pag. 12). En la mayoría de los casos, al negarse a patrullar las calles o custodiar los comercios, las protestas salariales derivaron en inexistencia de control estatal en barrios periféricos o céntricos de varias ciudades del país. La sucesión de saqueos modificó el eje político de un acto que se proponía ser de reconocimiento a la continuidad institucional de la democracia desde 1983 –de hecho ayer estuvieron en primer plano los ex presidentes Fernando de la Rúa y Adolfo Rodríguez Saá– y que terminó, por imposición de los acontecimientos, convertido en el escenario de la respuesta de Cristina ante la evidencia de estar en presencia de un proceso de desestabilización. «Yo no soy ingenua», advirtió a modo de síntesis.
La presidenta reconoció la complejidad de la situación pero dijo que, a diferencia de lo que sucedió con la represión tras la toma del Parque Indoamericano en 2010 (que, vaya coincidencia, también se produjo un 10 de diciembre, como recordó la propia CFK), esta vez decidió no suspender el festival que se estaba preparando. Sí prefirió evitar el uso de la cadena nacional.
«Pese a la importancia de esta fecha simbólica y que constituye un ícono en la historia de los argentinos, 30 años de democracia, y que hubiera ameritado tal vez una cadena nacional, he decidido expresamente no hacer una cadena para permitir que, democráticamente, algún canal corte la pantalla y mientras yo esté hablando de la democracia, del otro lado pongan a los violentos, a los que no respetan los valores de la democracia», señaló la jefa de Estado. La alusión estaba dirigida, inequívocamente, al Grupo Clarín, que ha utilizado el recurso de la ‘pantalla partida’ en los momentos más complejos del kirchnerismo, con la imagen de la mandataria compartiendo espacio con otros hechos o discursos simultáneos. Esta vez, sin embargo, los canales del multimedios no apelaron al recurso que convirtieron en su marca de fábrica para las situaciones de conflictividad y debate político, al menos durante ese tramo del discurso.
Dado que se trataba de un acto de carácter plural y cívico, por la conmemoración de los 30 años de democracia, la presidenta recordó a Néstor Kirchner y se valió de las tensiones que tuvo que atravesar el primer presidente democrático, el fallecido Raúl Alfonsín, para, en cierta forma, aludir al presente. Tras destacar las «coincidencias» programáticas del kirchnerismo y el alfonsinismo (el juicio a las Juntas, luego frustrado, el avance de las causas por crímenes de lesa humanidad, la creación y el impulso al Mercosur), Cristina dijo que fueron los «condicionamientos de los sectores antidemocráticos» los que obligaron a Alfonsín a retroceder el camino andado. «Aquella era la Argentina de la libertad condicional, una democracia de libertad condicional», sentenció. La relación con la actualidad estaba en el aire.
Al referirse a los responsables de la propagación de la violencia y los saqueos, la mandataria habló de «los violentos que quieren que los argentinos olviden los valores de la democracia». Dijo que esos sectores antidemocráticos del presente son los instigadores políticos de los últimos acontecimientos. «Yo no creo en las casualidades, tampoco creo que sea por contagio. Por contagio son las paperas, la varicela o la rubeola. Esto (por los saqueos) es por planificación y ejecución con precisión quirúrgica. No hay contagio. Sabemos que hay instigación política por aquellos que creen que pueden ganar elecciones hablando de seguridad a través de la instalación del miedo», subrayó. «Esas políticas han fracasado, porque la inclusión social y el control civil y ciudadano de los organismos de seguridad es lo que garantiza la seguridad de los ciudadanos», agregó luego, en alusión a la teoría de tolerancia cero que se impuso en Nueva York con el ex alcalde Rudolph Giuliani.
En otra parte del discurso, y en referencia a los sectores que vienen instigando hechos la violencia, la presidenta les atribuyó objetivos económicos. Dijo que esos instigadores políticos son aquellos que «se molestan» cuando se amplían derechos. «Ellos necesitan una tasa de desocupación alta para dar salarios más bajos. Necesitan medidas económicas que garanticen una enorme transferencia de ingresos», advirtió. El discurso de Cristina también dejó al descubierto uno de los desafíos más complejos que deberá asumir el kirchnerismo en lo que resta del actual mandato presidencial. La propia mandataria asumió que las políticas de reforma y democratización de las FF AA y fuerzas de seguridad federales –Gendarmería, Prefectura, PSA– deberán tener una segunda etapa destinada a las policías provinciales, que agrupan a 200 mil efectivos a lo largo y ancho del país. «Hay que hacer lo mismo con las policías provinciales de cada una de las jurisdicciones, es necesario. Eso no significa no reconocer derechos ni negar realidades», señaló.
Con sus palabras transmitidas en vivo por todas las pantallas gigantes que se habían instalado en la Plaza de Mayo, pero también emitidas por los canales de noticias que cubrían el acto por la democracia, Cristina hizo llegar un mensaje a los argentinos que habían sido víctimas de la ola de violencia y robos. «Quiero solidarizarme con aquellos ciudadanos que se vieron afectados, y cuyos derechos no fueron defendidos por quienes tenían la obligación de hacerlo», subrayó. Entonces dedicó un largo capítulo para hacer un pedido al Poder Judicial. Como habían hecho el ministro de Justicia, Julio Alak, y el secretario de la cartera, Julián Alvarez, la mandataria pidió a los jueces que actúen con celeridad para «proteger al pueblo y a la sociedad». «Debemos pedirle a la justicia que defienda a sus ciudadanos y a sus instituciones democráticas», insistió. Sentado en primera fila escuchaba el ministro de la Corte Eugenio Zaffaroni.
Antes de despedirse, para luego pasar unos minutos por el escenario de la fiesta, donde hizo algunos pasos de baile, cantó el himno y probó instrumentos de percusión de El Choque Urbano, la jefa de Estado condenó duramente los saqueos. Dijo que eran injustificables y advirtió a aquellos argentinos que los protagonizaron que habían sido utilizados. «Muchos de ellos son instrumentados para servir a fines que realmente terminan volviéndoseles en contra», describió. «Hubo un tiempo en que se convalidaban ciertas actitudes. Yo no nací en el Palacio de Anchorena: trabajo desde los 18 años. Pero jamás se me ocurrió saquear para tener un televisor mejor que el que tenía. Hoy, más que nunca, venimos a ratificar la democracia frente a los violentos. Frente a la conmoción que provoca ver escenas que conmueven, consternan y avergüenzan: como ver gente con autos y 4×4 participando en saqueos», cuestionó Cristina en medio de un estallido de aplausos dentro de la Casa Rosada y desatando una ovación afuera, donde una multitud se había reunido para una fiesta con sabor algo amargo. «