Informe «La Montaña de Guerrero: Tierra de Mujeres Migrantes»
Aunque las migraciones en México siempre han existido, sobre todo hacia los Estados Unidos, en el contexto rural interno se fueron delineando rutas que han cobrado fuerza en las últimas décadas, los flujos de la migración de carácter rural-rural se ha ido incrementando, principalmente en el caso de la población indígena que habita zonas rurales, como ocurre en Guerrero.
El estado ocupa el quinto lugar de migración al extranjero y el primero a nivel nacional de migrantes internos#. En los últimos cinco años, también se ha vuelto poco a poco una entidad receptora de migrantes centroamericanos que se han establecido en algunas comunidades, particularmente en la región de la Montaña.
Guerrero, por tanto, es una tierra de migrantes, con miles de historias que se han trazado de generación en generación a partir de la cultura migratoria que permea en miles de hogares de las zonas campesinas e indígenas.
Dentro de estas historias de vida, hay algunas que nunca se escuchan y que son menos visibles: las de las mujeres indígenas migrantes. Mujeres portadoras de experiencias que se han acumulado a lo largo de más de tres décadas, recorriendo sitios ajenos a su lugar de origen, conociendo e identificando otras culturas, otras lenguas, otras costumbres e identidades. Sus experiencias muchas veces están atravesadas por el dolor, el olvido y la añoranza. Sus historias de vida, consumidas por la esperanza de acceder algún día a un nivel de vida diferente al que desde pequeñas conocieron.
Las mujeres indígenas migrantes –las jornaleras agrícolas, según las denominan los programas sociales–, no son sólo aquellas trabajadoras que aportan un ingreso a su hogar, asumiendo diferentes roles y sobrecargas de trabajo; son mujeres que han ido forjando su vida, sus sentimientos y su autopercepción a partir de su caminar por surcos de cultivo, cubiertas por paliacates que no sólo difuminan su rostro, sino que las silencian.
Esas historias de vida son las que compartimos en la siguiente publicación, con la finalidad de exponer las enormes brechas que prevalecen entre lo que señala el marco jurídico nacional e internacional en relación a la protección de las mujeres indígenas trabajadoras, y las realidades que en México ellas enfrentan.
Sabiendo que no son pocos los estudios que han abordado la situación de las mujeres y niñas jornaleras desde diferentes perspectivas, lo que pretende esta publicación es describir las complejidades que atraviesan en sus procesos migratorios y la percepción que ellas como sujetos de derechos y protagonistas de su historia han desarrollado. Con ello, teniendo en cuenta la identidad de Tlachinollan como Centro de Derechos Humanos, el fin último de la publicación es incidir en la adopción de nuevos esquemas legislativos y de políticas públicas que se hagan cargo de la específica problemática que enfrentan las mujeres indígenas migrantes.
Los testimonios fueron sistematizados a partir de una serie de entrevistas que se aplicaron en algunas zonas agrícolas de Sinaloa y Sonora, entre los meses de abril y mayo de 2013. Éstas se complementan con un análisis que busca identificar los vacíos existentes en las normas y políticas públicas de México, principalmente en lo que toca a dos programas sociales orientados a la atención de las familias jornaleras de nuestro país. En este apartado, hemos complementado el análisis con cerca de 100 solicitudes de acceso a la información pública, para profundizar el escrutinio sobre dichos programas. Finalmente, la publicación concluye con una serie de recomendaciones en materia de derechos humanos.
Éste esfuerzo no hubiera sido posible sin el generoso apoyo de la Fundación Ford, que no ha dejado de impulsar el trabajo de Tlachinollan frente a una problemática tan compleja y ausente de la agenda política de nuestro país. Por ese apoyo incondicional, que ayuda a dar voz a quienes conforman un eslabón invisibilizado de la explotación laboral en México y de la agenda migratoria, externamos nuestro más sincero agradecimiento.