Líder de las FARC admite que “prolongar el secuestro fue un error”

409

Hijo de una familia conservadora caleña seguidora del corazón de Jesús y admiradora del expresidente Laureano Gómez, Jorge Torres Victoria, a quien el país entero conoce más como Pablo Catatumbo, fue en sus comienzos de rebeldía contra el Estado una persona muy cercana al M-19 y a su máximo comandante, Jaime Bateman. Vivió en la Unión Soviética, amigo de Alfonso Cano, el abatido líder de las Farc, es considerado uno de los hombres más estructurados intelectualmente y con más influencia militar dentro de esa guerrilla.

Según los expertos, junto con alias ‘Timochenko’, es quién puede parar o darle continuidad al desangre que baña el país desde hace medio siglo. De hecho, Catatumbo ha sido por décadas un defensor de la salida negociada y desde abril pasado llegó a La Habana (Cuba) para unirse a la delegación de las Farc que desde hace casi un año dialoga con el gobierno del presidente Juan Manuel Santos, buscando el fin del conflicto.

Más allá de los detalles que rodean el procesos de paz y con el foco en las preguntas que por años se han hecho millones de colombianos sobre el accionar de la guerrilla, el programa Los informantes de Caracol Televisión habló con Pablo Catatumbo, quien —según los periodistas que cubren el proceso en Cuba— ha estado ausente de las negociaciones en los últimos días.

40 en la guerra, 25 en la clandestinidad, ¿cómo ha sido volver a la civilización?

Una gran emoción y una gran alegría poder volver a caminar tranquilamente por una calle, sin sentir el acoso de la persecución y el temor de los bombardeos o de los operativos militares. Además, una gran responsabilidad de saber que hago parte de la delegación que está luchando porque en Colombia por fin termine esa noche oscura de la violencia.

Usted es uno de los que originan que Colombia esté haciendo esta apuesta por la paz, ¿cree que la decisión que tomó ese día, tras recibir la carta del presidente Santos y remitírsela a ‘Alfonso Cano’, valió la pena?

Sí, creo que valió la pena. Valió la pena porque después de 50 años de guerra, Colombia necesita hacer una reflexión, repensar lo que ha ocurrido. Nuestro país merece vivir en paz, la gente no quiere más sangre, no quiere más violencia, pero la gente tampoco quiere más desigualdad, más injusticias, más atropellos, más estigmatizaciones de la lucha social.

Atropellos que también cometió y sigue cometiendo la guerrilla…

Sí, es cierto. Este conflicto lleva muchos años y han ocurrido muchas cosas. Y precisamente de eso se trata: de recomponer, de mirar por qué hemos llegado a esto, cuáles son los orígenes de esta gran tragedia nacional y buscar entre todos cuál es la solución.

Usted fue torturado por Pablo Escobar? ¿Qué le queda de esos días?

Mucho dolor, pero tal vez el mayor recuerdo que tengo de esa época es la gran decepción que sufrí al comprobar que las torturas, los interrogatorios —dirigidos no solo por Escobar sino por Rodríguez Gacha y por otros ‘narcos’— ocurrían dentro de una instalación militar que llamaban la Brigada de Institutos Militares. Eso me llevó a mí a la convicción de que la fundación del grupo MAS (Muerte a Secuestradores), en aquella época, no era una simple agrupación de ‘narcos’ sino que era una organización paramilitar del Estado, o por lo menos con participación directa del Estado.

Otro capítulo que se hizo público de su vida es cuando Carlos Castaño secuestra a su hermana. ¿Fue ella la amante del líder paramilitar?

Ese capítulo es quizás el más doloroso de mi vida, porque mi hermana Yanet no solo era una mujer joven, absolutamente sin ningún involucramiento en cuestiones ni revolucionarias ni de izquierda. Era una mujer tranquila, dedicada a su familia, con un hogar tranquilo, con un hijo, y fue secuestrada por Carlos Castaño con ayuda de servicios de inteligencia de la Policía, como retaliación de las actividades que yo realizaba. Fue una manera de doblegar nuestra voluntad de lucha. En aquella época secuestraron a la hermana de Simón Trinidad, a la mamá y a la hermana de Iván Márquez, y a un hermano de Alfonso Cano. No solamente yo viví esa tragedia, fueron otros también. A mi hermana la entregaron descuartizada, despedazada con una motosierra. Por eso me parece una infamia que digan que fue la amante. Eso no solo va en contra de toda mi familia sino que le han hecho un enorme daño a los hijos de ella.

Usted se ha ido convirtiendo en uno de los grandes estrategas políticos y militares de las Farc. Fue el encargado de trasladar del Tolima al Cauca a ‘Alfonso Cano’ y estuvo con él en sus últimos días de vida…

Sería muy pretencioso decir que fui el encargado de trasladar a Alfonso. Él ya estaba en el Tolima. Muchas veces nos encontramos y ciertamente los últimos años de su vida los trasegamos juntos.

¿Qué recuerda de la última vez que lo vio?

Después de un bombardeo muy intenso nos tocó caminar muchas horas y llegamos a un lugar en el que no teníamos suficiente comida. Almorzamos con agua y avena, y bajamos por un lugar muy agreste durante muchas horas. En ese momento yo estaba con un brazo partido. Esa noche conversamos largamente. Al día siguiente me llamó —había un operativo militar muy grande— y me dijo: “Pablo, tenemos que separarnos. No podemos correr el riesgo de que caigamos los dos”. Ese es el último recuerdo que tengo de él. Nos abrazamos y nos despedimos.

Hablemos del proceso de paz. Algunos expertos dicen que pase lo que pase, las Farc no se van a parar de la mesa de diálogo porque están debilitados militarmente…

En realidad hemos dicho que no nos vamos a levantar de la mesa, no de ahora, lo hemos dicho siempre. Desde la fundación de las Farc, en Marquetalia, siempre hemos luchado por una solución política, por encontrar caminos de reconciliación que conduzcan a una paz, pero con justicia social. Es esa la razón fundamental y única por la cual nosotros decimos que lucharemos hasta el final.

¿O será que ustedes entendieron que si hacen lo que hizo ‘Manuel Marulanda’ y no se montan en este último tren, la historia los va a mostrar como un grupo que secuestró, extorsionó y que se vinculó al narcotráfico?

Marulanda no le falló a Pastrana. En una entrevista que la hizo el periodista Iragorri al doctor López Caballero, él dice que los dos tuvieron una conversación privada en la que Pastrana le preguntó: “¿Qué hay que hacer para que hagamos la paz?” y Marulanda le respondió: “Hay que acabar con los paramilitares”. Con paramilitares es imposible la paz. Con las instituciones podemos encontrar alguna salida, pero con paramilitares de por medio es imposible. Ese fue el pacto de honor que ellos hicieron. El mismo López Caballero reconoce, y lo sabe todo el país, que Pastrana no hizo nada por eso.

¿Por qué trataron por décadas de convencer al país de su voluntad de paz atacando al pueblo que dicen defender?

Porque esta guerra se ha prolongado mucho. En 50 años pasan muchas cosas y, ciertamente, como lo reconoció el presidente Santos hace poco, esta guerra se ha degradado o se deshumanizó. Y durante ese tiempo han pasado muchas cosas. Hemos dicho que vamos a poner la cara y a explicar todo. Nunca ha habido una decisión de parte nuestra de causarle daño voluntariamente a nuestro pueblo.

¿Cómo, cuándo y a quién van a pedir el perdón que el país tanto está esperando?

El tema de la violencia en Colombia es un tema muy complejo, que nos involucró a todos. Nosotros hemos planteado que haya una comisión de la verdad que establezca cuál es la participación y la responsabilidad de todos los actores de este conflicto, porque no solamente es el Ejército y la guerrilla. También son las élites, los partidos políticos y los medios de comunicación que azuzaron la guerra.

Pero si las élites, gremios y medios no asumen esa responsabilidad, ¿ustedes tampoco lo van a hacer?

Tendrán que hacerlo. Tendremos que reconstruir esa verdad porque de nada sirve un perdón como el que pidió Mancuso, por ejemplo, o como el que pidió Álvaro Uribe, que terminó acusando a la Unión Patriótica de haber propiciado su muerte. Esos perdones para qué. El perdón debe estar ligado a la verdad y a la reparación.

¿Y desde esa perspectiva, cómo piensan ustedes reparar a sus miles de víctimas?

Yo no tengo la fórmula. Ese es un tema que vamos a abordar en la mesa en su debido momento. Lo único que le quiero decir es que nosotros no somos ni insensibles ni cínicos frente a eso.

Hoy, después de 50 años de un desprestigio casi total, ¿se arrepienten ustedes de haber secuestrado civiles y de haber extorsionado?

Es cierto que el secuestro, como lo llaman ustedes y a lo que nosotros llamamos retenciones económicas, ha significado un alto costo político.

¿Fue un error el secuestro?

Creo que prolongarlo en el tiempo sí fue un error. Pero Cuando me dice que si voy a pedir perdón, yo digo: “¿Perdón a quién, perdón por qué, perdón por levantarme en armas, perdón por defender las banderas de la justicia social?

Yo le digo por qué: perdón por los cilindros bomba, perdón por el secuestro, perdón por la minas antipersonas, por el reclutamiento de menores…

Sí yo hubiera lanzado un cilindro bomba conscientemente a sabiendas de que caería en una casa de civiles, sí lo pediría. Pero eso jamás lo hicimos.

Pero cuando los lanzan sus hombres…

Ese es un problema más complejo. Hemos luchado durante muchos años para hacer conciencia de que los puestos de Policía y los cuarteles del Ejército no estén en medio de las poblaciones campesinas. Pero han generado una estrategia de colocar puestos en el centro de la población. En un país que está en guerra, ¿cómo se les ocurre?

¿Qué lectura hace usted de la decisión del presidente Santos de seguir negociando en medio del fuego cruzado?

Nosotros lamentamos que el señor presidente haya tomado esa decisión. Por supuesto que entendemos las presiones de la derecha militarista que hay en Colombia, no solo para que no haya una tregua bilateral sino para que no haya paz.

¿Siente que es debilidad de carácter del presidente Santos?

No, creo que no. Son realidades políticas que entendemos perfectamente. En Colombia siempre ha habido una derecha que se lucra de la guerra, sectores del gamonalismo, del uribismo, que no quieren la paz, fundamentalmente porque no arriesgan nada.

¿Qué ganan, según usted, las fuerzas uribistas con la guerra?

Por lo menos han ganado tierras, grandes extensiones de territorio han sido arrebatados en medio de la guerra, por medios ilícitos. Ganan porque ellos no mandan sus hijos a la guerra. Esta es una guerra que hemos librado los sectores pobres: los guerrilleros son pobres y los soldados que mueren en combate son pobres, porque los hijos de los ricos no van a la guerra, pero azuzan la guerra.

¿La constituyente es un inamovible?

Nosotros no tenemos inamovibles. Nuestro único inamovible es que en Colombia haya transformaciones democráticas, que haya cambios, justicia social para que se justifique todo este dolor que hemos tenido que sufrir guerrilleros soldados, policías, soldados, empresarios, mujeres, todo el mundo.

¿Están dispuestos a ir a la cárcel por algún tiempo a pagar parte de los crímenes que han cometido?

En este momento no le podría decir porque es un tema en discusión pendiente. Pero precisamente por eso se colocó ahí en la agenda.

¿De qué se financian las Farc?

Lo hemos dicho muchas veces. Cobramos un impuesto de guerra a la gente que tiene recursos en las regiones, a empresas. Tenemos algunas inversiones también, y podría decir que ningún movimiento guerrillero del mundo ha contado jamás toda la verdad de cómo es que se financia, ni Mandela, ni Mao, ni el Che Guevara.

El país recuerda que usted tuvo una lucha a muerte contra el cartel del norte del Valle y y otros ‘narcos’. ¿Qué siente hoy al saber que las Farc recurrieron al narcotráfico?

Enfrentamos una fuerza paramilitar que financiaron no solo los ‘narcos’ del Valle sino también los empresarios. Hay testimonios que demuestran que Asocaña, que periodistas como José Fernando Piano, hicieron grandes contribuciones y narcotraficantes también, de millones de dólares, para crear un ejército de 600 hombres que llegó a los municipios de Santa Lucía, Monteloro, Buga y Tuluá. Y me siento orgulloso de haberlos podido derrotar, y gracias a esa lucha que libraron mis hombres, los campesinos de esas zonas tienen hoy sus territorios.

Le cambio la formulación de la pregunta, ¿usted estaba en desacuerdo con que las Farc se financiaran del narcotráfico?

Aquí en Colombia hay una gran hipocresía frente a ese tema. Acá hubo momentos en que no se movía una hoja en Cali o en el Valle sin permiso de los Rodríguez, y eso lo sabía la clase política, la Policía y el Ejército, lo sabía todo el mundo. Y eso mismo ocurrió en los 80 en Medellín con Pablo Escobar. Esa hipocresía de esta élite que tenemos, que ahora se rasga las vestiduras criticando el narcotráfico cuando ellos se lucraron del narcotráfico.

Hay un capítulo que la justicia lo vincula a usted directamente y tiene que ver con la muerte de los diputados del Valle, que tanto nos dolió a los colombianos…

Ese es uno de los episodios más dolorosos que ha producido esta guerra. Hemos dicho que como organización asumiremos la responsabilidad que nos incumbe y en su momento daremos las explicaciones. Personalmente no participé en eso, pero como comandante de las Farc asumo una responsabilidad política. Es un episodio dolorosísimo, absurdo, casi delirante, diría yo.

¿Tan delirante como cuando asesinaron a Gilberto Echeverry y al gobernador de Antioquia, Guillermo Gaviria?

Por supuesto que no podría decir que fue justo, pero son hechos que ocurren en la guerra. Durante muchos años clamamos para llegar a un acuerdo humanitario con el Gobierno, pero la intransigencia del presidente Uribe no permitió a que se llegara a ese punto y se insistió en el rescate militar, y cuando se está en guerra ocurren esas tragedias. Lo lamenté profundamente, me dolió porque uno piensa en las familias, porque conocí personalmente al doctor Echeverry y era una gran persona.

Luego de 50 años de guerra, 25 en la clandestinidad, ¿siente hoy que las Farc le entrega al país una nación más humana, más justa, más igualitaria, más unida, un Estado-nación en el que queremos vivir los colombianos?

Si nosotros hubiéramos sido gobierno, por supuesto que pudiéramos responder esa pregunta. Hemos sido estigmatizados, perseguidos, vilipendiados y durante ocho años nos demonizaron. La gente lo único que oía era asesinos, narcotraficantes, bandidos. Nadie nos escuchó. Pero durante ese tiempo hicimos muchas propuestas, buscamos sensatez, por eso hemos clamado por la paz, por el diálogo, porque sabemos que esto que le está pasando a Colombia es la peor tragedia. La guerra es lo peor que le puede pasar a un pueblo y los que la inician, la azuzan y se oponen a la paz, son peores que los que vamos a ella y combatimos.

¿Se ve en el Congreso de Colombia?

No sé, no. Nunca he pensado en eso. Por ahora mi preocupación es firmar un tratado de paz que sea justo, que traiga la justicia social a Colombia.

 

http://prensarural.org/spip/spip.php?article12592

Más notas sobre el tema