Henry Mora Jiménez, economista costarricense y candidato a diputado: “El TLC con Estados Unidos no ha dado ningún beneficio a Costa Rica”

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El economista de la Universidad Nacional, Henry Mora Jiménez, criticó fuertemente el precio que le tocará pagar a los costarricenses por aceptar un Tratado de Libre Comercio (TLC), con los Estados Unidos, que ni siquiera busca un “desarrollo económico integral” sino meramente un negocio con los recursos del Estado.

Mora, también candidato a diputado por el Partido Acción Ciudadana (PAC), primer lugar por la provincia de Heredia, aseguró que, para la fecha del referéndum, la mayor parte de los sectores económicos ya se habían liberalizado como resultado de la incorporación de Costa Rica a la Organización Mundial del Comercio (OMC) a finales de los años 80 (incluso la salud y la educación).

Sin embargo, añadió, faltaban “las joyas de la corona”: las telecomunicaciones, la energía, los seguros; así como dar el puntillazo final a la desgravación arancelaria en productos agropecuarios “protegidos”.

EP: ¿En qué ha beneficiado al país el TLC con los Estados Unidos?

HM: Los supuestos beneficios del TLC con Estados Unidos se prometían en áreas como el empleo, las exportaciones, la “libertad de elección” en materia de servicios públicos, los mejores precios de productos importados, por no mencionar las demagógicas ofertas de un ex presidente.

Ninguno de estos supuestos beneficios se ha materializado como resultado del TLC (más empleo, mayores exportaciones, mayor diversificación de mercados externos), y aquellos campos en lo que existe alguna mejoría (como los menores precios de ciertos electrodomésticos importados), no se requería de semejante tratado para lograrlos.

El país bien pudo haber elegido una ruta de desgravación selectiva de importaciones, sin poner en peligro de extinción a sectores socioeconómicos hoy claramente amenazados.  También pudo haber optado por una modernización de las telecomunicaciones y los seguros, incluso una apertura regulada (como en su momento propusieron algunos sindicatos del ICE), sin la brutal entrega de soberanía que el TLC conlleva.

Además, no debe de extrañarnos que tales logros no se vean por ningún lado, pues los mismos defensores del TLC terminaron proponiendo al país, más que beneficios, impedir, según ellos, las terribles consecuencias para el país si el tratado no se aprobaba.

¿Beneficios?, claro que los hay, pero sólo para la minoría que hoy es socia en los negocios que el TLC permite a unos cuantos.

EP: ¿En qué lo ha afectado?

HM: El TLC representa la aguda punta en la lanza de un proyecto de transnacionalización neoliberal de la economía costarricense que viene ejecutándose desde la primera administración de Óscar Arias. Para la fecha del referéndum, la mayor parte de los sectores económicos ya se habían liberalizado como resultado de la incorporación de Costa Rica a la Organización Mundial del Comercio (OMC) a finales de los años 80 (incluso la salud y la educación). Pero faltaban “las joyas de la corona”: las telecomunicaciones, la energía, los seguros; así como dar el puntillazo final a la desgravación arancelaria en productos agropecuarios “protegidos”.

Y a pesar de que la entrada en vigencia del tratado lleva apenas tres años, ya resulta claro que, cómo habíamos pronosticado, los beneficios del TLC eran para unos pocos, y los perjuicios eran para el resto de la población.

Costa Rica sigue renunciando a una política de seguridad alimentaria, a una política nacional de atracción de inversión extranjera, a una política de programación del tipo de cambio, a una política de empleo decente, a una política de democratización del crédito, etc. Y cada vez se hará harto más difícil una política de universalización de la seguridad social y de acceso universal a las telecomunicaciones de punta. Y ciertamente, esta siempre ha sido nuestra principal preocupación con este tipo de tratados comerciales: la renuncia al desarrollo.

EP: ¿Aumentó la pobreza?

HM: No podemos decir que la pobreza haya aumentado de manera directa por la simple implementación del TLC (se mantiene en niveles cercanos al 23 o 35% de la población, según como la midamos). Pero la incapacidad como país de disminuirla es en gran parte el resultado del estilo de crecimiento seguido en los últimos 25 años, crecimiento que los informes del Estado de la Nación han catalogado como “desarraigado”, esto es, insuficiente, concentrador y sin efectos de encadenamiento.  

El TLC profundiza este estilo de crecimiento económico y, por tanto, es un condicionante de este drama nacional, al seguir propiciando la desigualdad y la concentración de riqueza. El otro grupo de factores que explica este fracaso de la lucha contra la pobreza es la política social imperante: conservadora, errática, asistencial, clientelar  y por supuesto, ineficaz.

EP: ¿Hay más desempleo o mayor empleo?

HM: No solamente hay más desempleo, enfrentamos en realidad una verdadera crisis de empleo: 10% de desempleo abierto, 13% de subempleo, 20% de desempleo ampliado, 40 000 personas con estudios universitarios desempleadas, 200 000 personas insatisfechas con su trabajo (muchas de ellas profesionales en empleos de bajísima calidad), 165 000 personas en situación de discapacidad excluidas del mercado laboral, 32% de la fuerza de trabajo sin seguro de salud, sólo el 40% de la población ocupada recibe todos los derechos laborales mínimos establecidos por ley. No se puede reducir la pobreza en estas condiciones. Y lo peor: se pretende ignorar y ocultar esta trágica realidad.

EP: ¿Mejoró la calidad del empleo?

HM: El crecimiento en el subempleo, el crecimiento de los trabajadores independientes (la mitad de ellos sin seguro de salud) y el amplio incumplimiento de los derechos laborales atestiguan una desmejora en la calidad del empleo para el grueso de la población ocupada, lo mismo que para quienes deben “auto-emplearse”. La precarización del empleo por “subcontratación” de trabajadores es otra realidad que hace apenas 15 años era insignificante.

EP: Hay megaproyectos energéticos, turísticos y similares que el Ejecutivo aboga para su aprobación, pese a la negativa de las comunidades o la ciudadanía. ¿Considera usted que el TLC influye en estas presiones?

HM: Sí, en dos sentidos. Primero, se ofrece al inversionista extranjero un paraíso donde invertir, sin mayores regulaciones estatales y con mano de obra cada vez más barata y dócil. ¡Incluso un ex presidente declaró de interés nacional la minería a cielo abierto! Y en segundo lugar, en caso de que un gobierno no entreguista intente corregir esta situación, se ofrece al inversionista “normas de seguridad” que lo protegen, en especial, las contenidas en el capítulo de inversiones del TLC.

EP: ¿Relaciona usted crisis como la del sector salud (CCSS) con esta aprobación? ¿Por qué?

HM: Las disposiciones en materia de propiedad intelectual (monopolios sobre patentes, protección de datos de prueba) contenidas en el TLC y en el Acuerdo con la Unión Europea son otro factor más, y uno muy importante, que claramente tienden a agravar las finanzas de la Caja y el bolsillo de los costarricenses en materia de salud. La voracidad de las transnacionales farmacéuticas no parece tener límite, y estos tratados les permiten ampliar sus márgenes de ganancia en el largo plazo. Pero claro, también inciden otros factores relacionados con la mercantilización de la salud, incluso al margen del TLC, aunque el tratado impulsa y refuerza estos procesos.

EP: ¿Relaciona usted crisis como la del sector infraestructura con esta aprobación? ¿Por qué?

HM: No directamente con el tratado, pero si con la “filosofía de negocios” que estos representan: obtener dinero fácil y en grandes sumas a costa del erario público y del ciudadano contribuyente. Pero hay otro factor muy importante que incide en esta crisis: la profunda incompetencia y la pérdida de pudor de nuestra clase política.

EP: ¿Relaciona usted crisis como la del sector agro con esta aprobación? ¿Por qué?

HM: Sin duda, al menos en gran parte. La renuncia a la soberanía agrícola y a la seguridad alimentaria se plasma en la acelerada literal destrucción de nuestros pequeños agricultores.

Los agricultores son considerados prescindibles, incluso desechos. Todo lo podemos importar, ignorando las propias advertencias del Banco Mundial sobre los efectos del cambio climático sobre la disponibilidad de alimentos en el futuro cercano. Y para agravar la situación, las grandes transnacionales de la alimentación y la comercialización arrinconan cada vez más a los que logran sobrevivir a la desgravación y a las exportaciones subsidiadas desde EEUU, China y otros países.

EP: ¿Hay algún otro sector que identifica usted como afectado (positiva o negativamente) con la aprobación del TLC?

HM: Nos quedamos esperando el relanzamiento de la industria textilera, que supuestamente el TLC lograría. Todo lo contrario, las empresas han seguido cerrando y miles de empleos en esta rama se han seguido perdiendo. Esta situación es realmente dantesca, tratándose de un sector que tanto apostó por el TLC y que tanto miedo infundió  a sus trabajadores en caso de que el TLC no se aprobara.

También me preocupa mucho la expansión piñera, que lamentablemente la Sala IV se ha negado a detener aferrándose a la “libertad de empresa”. Esperemos que las declaratorias municipales sobre “territorio libre de transgénicos” no sufran la misma suerte, pues en tal caso no podríamos quedarnos de brazos cruzados ante tal burla de la autonomía municipal.

EP: ¿Visualiza usted un mayor énfasis en una política basada en el desarrollo económico?  ¿Se vulneran otras áreas?

HM: El neoliberalismo es una estrategia política y económica marcadamente economicista y anti humana. Siguen creyendo en la desacreditada teoría del goteo, que nunca llegará. La privatización y mercantilización de la vida es su horizonte de actuación y se basa en la acumulación desenfrenada, como si los males que el libre mercado genera se puedan resolver con más mercado. Es el mito de la mano invisible.

Pero ya ni siquiera podemos hablar de “desarrollismo”, pues todo pretende sujetarse al negocio.

EP: ¿Cree usted que la ejecución de obras nacionales tiene la única vía por medio de la concesión? ¿A quién beneficia este mecanismo? ¿Por qué no se buscan otras opciones de realización?

HM: El mecanismo no se debe satanizar, pero evidentemente no puede ser la única vía para la ampliación y modernización de la infraestructura nacional. La Ley se puede reformar, pero lo más dañino actualmente es del Reglamento a la Ley elaborado por el Poder Ejecutivo. Este hay que hacerlo de nuevo, con algunos cambios previos en la Ley que mejoren el marco regulatorio y no permitan a un gobierno hacer de las concesiones una piñata para beneficio de unas pocas empresas nacionales y transnacionales (incluyendo translatinas). Nuevamente, la “filosofía de negocios” de esta figura está más en función de intereses particulares que del bien común, como ha quedado muy claro con el caso OAS y el trabajo de denuncia y propositivo realizado por el Foro de Occidente.

EP: ¿Cómo dimensiona los cambios educativos del convenio con el BID? ¿Más ingenieros y técnicos y menos profesionales en otras áreas es lo que ocupa el país?

HM: Ciertamente el país necesita más ingenieros y técnicos, eso no hay que ponerlo en duda. Pero lo que Costa Rica no necesita son científicos e ingenieros (con un altísimo costo de formación) que limiten sus capacidades creativas y productivas laborando en empresas maquiladoras de tecnologías o de servicios de muy bajo valor agregado nacional. La ciencia y la tecnología deben estar al servicio de un proyecto de país que promueva el bien común, no al servicio de un enclave de empresas que aportan muy poco al desarrollo nacional. Y esto, claro está, sin desmerecer la importancia de las otras áreas del conocimiento y de las prácticas sociales, como el arte, los conocimientos no tradicionales y la cultura en general.

http://www.elpais.cr/frontend/noticia_detalle/1/87601

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