50/50 (mujeres y Congreso) – Por Carlos Aldana Mendoza, Guatemala
Parece que con los grandes personajes de la política y el poder todo termina con los ya manidos saluditos “a todos y todas”, los festejos y regalitos del “día de la mujer”, las emocionadas referencias y discursos “al valor de las mujeres”. Hasta allí todo está bien para ellos.
Pero que no les toque decidir y transformar estructuras de ejercicio político, o que no les quiten espacios en aquellos lugares donde se toman las decisiones, porque entonces aparece el auténtico ser patriarcal de nuestros grandes políticos, hombres y mujeres. La vicepresidenta ejemplifica esto, con su ejemplo y sus omisiones en la transformación electoral.
50/50 es una expresión mínima de lucha y conquista a favor de la auténtica democracia en nuestro país. Se refiere a la acción afirmativa (o discriminación positiva) que pretende la paridad de género en las listas de candidatos y, por supuesto, en la ocupación de curules del Congreso de la República.; es decir, cincuenta por ciento de hombres y cincuenta por ciento de mujeres.
En contra de esta acción afirmativa siempre se insiste en que todo se ocupe por capacidades o méritos, o que es una especie de paternalismo otorgar esa cuota. O que la distribución, por sexo, no garantiza calidad legislativa. Pero, con una sonrisa en medio, la mayoría de mortales en este país compartimos esta pregunta: ¿Y ha habido calidad, pues, en el desempeño legislativo? ¿Los hombres sí han demostrado méritos y capacidades? Al Legislativo, ¿se llega por méritos o por bolsillos capaces de financiar campañas?
Es necesario que los cambios a la ley electoral en nuestro país ayuden a ese paso en el que se norme ya la participación política de las mujeres. La cuota de 50/50 es una coyuntura necesaria para transformar la estructura (como lo dijera a Siglo.21 una importante funcionaria de la OEA). La nuestra es una estructura y una cultura marcadas por el cacicazgo de hombres. Esa es una de las paredes más gruesas y altas para avanzar hacia una cultura política de verdadera participación, de respeto y aporte desde las mayorías y las diversidades.
Un congreso tan lleno de testosterona, y además repleto de doping cultural y mental, no ha sido la mejor muestra del ejercicio político que necesita el país. Y no solo porque las mujeres tienen el derecho, no solo porque han luchado desde las distintas organizaciones de víctimas, campesinas, viudas y activistas feministas. No solo porque en el mundo ya es evidente la patología de estructuras y realidades dominadas absolutamente por hombres. No solo por eso. También porque la realidad nuestra necesita ser transformada y la diversidad de visiones, vivencias y sensibilidades debe emplearse para esos cambios. Y en ello es especialmente importante la mirada de las mujeres, convertidas en sujetas políticas, que ven, sienten y se comprometen con el mundo de otra manera. Por eso es necesario el 50/50.
También es cierto que el sexo de una persona no garantiza esfuerzos y logros a favor de la dignidad de género. Pero la cuota sí garantiza que en la toma de decisiones habrá sensibilidades diversas, habrá mujeres que podrán demostrar su compromiso con el mundo y la vida. De lo contrario, los lindos discursos o las firmas de compromisos –en la campaña electoral– ante organizaciones de mujeres (que después se olvidan o contradicen) van a seguir siendo la fórmula más engañosa para mantener las estructuras patriarcales y jerárquicas que nos tienen como estamos.
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