Glenn Greenwald, periodista de The Guardian que publicó los documentos filtrados por Snowden: “El espionaje es por intereses económicos, no por terrorismo”

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Son la seis de la tarde en el bar de un hotel de Río de Janeiro y Glenn Greenwald (46) no mira nervioso de lado a lado, no habla con el cuello del gabán levantado, ni fuma compulsivamente un cigarro tras otro. Todo lo contrario. Se le ve relajado, viste un pantalón corto y una sencilla playera deportiva.

Parece un turista más dispuesto a disfrutar del Río tropical y no uno de los hombres más espiados y acosados del planeta. La clave está en la mochila que esconde entre las piernas. En ella hay más de 20.000 documentos que han puesto en jaque la seguridad mundial, ha colocado en el punto de mira a Facebook, Microsoft, Apple y Google y ha tensado las relaciones de Estados Unidos con medio mundo.

Gracias estos documentos supimos también que no sólo millones de brasileños y la empresa estatal de petróleos, Petrobras, sino también su teléfono personal y el correo electrónico personal fueron espiados por la NSA (National Security Agency). ”El espionaje tiene que ver con petróleo, energía y con intereses económicos y no con la seguridad nacional”, asegura Greenwald.

“Abrí un archivo y quedé impresionado. Cuando abrí el segundo, me di cuenta de que estaba ante algo fuera de lo normal”, explica al recordar aquel día del mes de mayo cuando recibió de manos de Snowden el primer material. “Yo había trabajado antes con documentos secretos pero esto era un escándalo global porque estábamos hablando de empresas como Skype, Google, Facebook y Apple que son utilizadas para la comunicación mundial”.

Todos esos documentos están ahora en la mochila de colegio que guarda entre las piernas mientras bebe un vino y habla con Clarín.

“Siempre la llevo conmigo, aunque tengo varias copias”, dice tomando la copa de vino tinto. “La información está cifrada; así que, si me la roban, el ladrón no tendrá nada”.

–¿Pero ustedes son acusados de traidores y hacer el trabajo a los terroristas?

–Sí, claro y eso es inevitable porque en EE.UU., cuando tú publicas algo que el gobierno no quiere, te llaman terrorista y más después del 11-S, pero no fue muy eficaz. Todo el mundo sabe que estamos contando que personas inocentes, gente normal, está siendo espiada, por eso no ha funcionado decir que somos traidores.

–¿Por qué no usar WikiLeaks?

 Snowden podía haber subido todo a Internet o ir a WikiLeaks, pero vio lo que pasó con Bradley Maning (detenido en una cárcel estadounidense) y pensó que la mejor estrategia era hacer las publicaciones a través de medios convencionales. No quería que pensaran que somos terroristas o irresponsables y dejar ahí la información en Internet nada más. No, él quería recurrir a los periódicos tradicionales porque son medios en los que los norteamericanos confían.

–¿Cómo trabaja?

–Snowden guardó todos los documentos y los archivó extremadamente bien. Había 15 carpetas, dentro de cada una hay otras 25 y en cada una de ellas otras diez más. Está todo ordenado por temas. Él sabía exactamente lo que había y lo importante que es, pero nos dio libertad absoluta para elegir lo que publicamos. No hablo de documentos antes de hacer la investigación periodística. Antes de publicar nada, yo pregunto al gobierno de EE.UU. por que no debería sacar esos papeles. Escucho sus argumentos y tomo mi decisión. Hay que decidir muy cuidadosamente qué cosas publicar y cómo van a involucrar a la gente.

–Según los documentos que posee ¿cómo clasifica a los países?

–Hay tres tipos de países: unos, que colaboran con los Estados Unidos, y no les espían a su población, salvo que se lo pidan, y que son principalmente países de habla inglesa como Canadá, Gran Bretaña o Australia. Otros, que no trabajan con los Estados Unidos pero a los que sí espía, y que son enemigos como Venezuela, Irán, Corea del Norte o China. Y un tercer grupo en el que se encuentran la mayoría de los países. Como Francia, España o la India y que colaboran con los EE.UU. en diferentes niveles.

Hasta el mes de junio, Greenwald era un periodista relativamente conocido en EE.UU., experto en leyes y autor de cuatro libros y centenares de columnas sobre derechos civiles y privacidad en las comunicaciones. Pero cuando Edward Snowden se robó decenas de miles de documentos secretos de la NSA, (National Security Agency), lo primero que hizo fue contactarlo y luego ponerse a salvo en Hong Kong. Snowden no sólo buscaba al periodista por su trayectoria, sino también por una metodología lenta y rigurosa que le impide dar más detalles sobre los documentos no contrastados, entre ellos todo lo referido a Argentina. “Se me ha presentado una oportunidad única en la carrera que ningún periodista podría rechazar” dijo semana cuando anunció que dejaba su puesto en The Guardian.

¿Ha sufrido amenazas, se siente acosado?

–Pasó un incidente en Hong Kong. Snowden me había dicho lo importante que era tener otra copia de los documentos en manos de alguien de confianza. Entonces hablé con David (Michale Miranda, su pareja brasileña) por Skype para decirle que le mandaría una copia encriptada de los documentos. Finalmente, nunca lo hice porque no sabía cómo hacerlo y 48 horas después le robaron su laptop de la casa. Desde que empezamos con las publicaciones, el abogado de The Guardian me advirtió que mis movimientos iban a ser seguidos, mis correos leídos y mis llamadas escuchadas.

–¿Cómo vivió la detención de David, su pareja?

–Era la primera vez que me sentí impotente ante lo que le estaban haciendo a la persona que más quiero en el mundo. En ese momento, me di cuenta de que era la consecuencia lógica de haber desafiado y enojado a grandes líderes del mundo y hemos publicado sus documentos secretos.  –¿Se ha perdido la confianza en los Estados Unidos?

–Barack Obama dijo que recopilaba toda esa información (de las compañías telefónicas y servidores de Internet) para luchar contra el terrorismo, pero la gente se dio cuenta de que están mintiendo a todo el mundo y que detrás del espionaje hay intereses políticos y económicos. Ahora hay una conciencia sobre el peligro de conceder a EE.UU.una posición dominante en el mundo.

–Mucha gente opina que no le importa ser espiada porque no tiene nada que esconder. – No es cierto. Y la prueba de ello es que todo mundo tiene una clave para acceder a su correo o su Facebook y también poner llaves a sus puertas. La gente entiende el valor de tener su privacidad y una sociedad que acepta el espionaje respira conformidad.

–¿Ha logrado algo con su trabajo?

 Logramos mucho. Hay un cambio radical en la forma en que los propios estadounidenses piensan acerca de la vigilancia y la privacidad. Desde los ataques del 11–S, el 80 por ciento de los estadounidenses estaba más preocupados por la amenaza del terrorismo que por los recortes del gobierno a las libertades individuales. Este año, bajó al 40 por ciento, y eso es un resultado directo de nuestro trabajo. Paralelamente, hay varias iniciativas del Congreso para reducir los fondos a la agencia NSA gracias a que conservadores y liberales, que nunca están de acuerdo en nada, casi lo logran.

http://web.clarin.com/mundo/espionaje-intereses-economicos-terrorismo_0_1014498627.html

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