Jorge Montealegre, el poeta que sobrevivió a la dictadura gracias al humor
A los 17 años fue detenido Montealegre. Pasó del Estadio Nacional a la Escuela Militar para terminar en Chacabuco. Ahí comenzó su carrera como poeta que luego lo llevaría al periodismo y a ser guionista de humor gráfico durante los ’80. Ha sido uno de los principales investigadores en esa área, publicando “Von Pilsener, primer personaje de la historieta chilena”, “Prehistorieta de Chile, del arte rupestre al primer periódico de caricaturas” y “Puro Chile. Sátira humorística y (anti)patriótica”. En entrevista con The Clinic Online cuenta cómo el humor gráfico sirvió para superar el miedo en la dictadura y para sobrevivir a los campos de prisioneros.
Jorge Montealegre estaba apenas en cuarto medio cuando llegó el Golpe de Estado. Eso no importó mucho cuando la casa donde vivía con unos familiares fue allanada. Lo llevaron detenido y estuvo en Chacabuco luego de haber pasado por el Estadio Nacional y la Escuela Militar. Fue en ese lugar donde comenzó su carrera como poeta y con ese nombre publicó su testimonio en 1975. El 2003 lanzó Frazadas del Estadio Nacional. Al mismo tiempo se dedicó a la investigación, publicando Historia del Humor Gráfico en Chile.
Así también llegó a ser guionista de importantes publicaciones humorísticas en los ’80. Destaca que el humor en esos años fue un arma “poco reconocida pero sin duda que fue importante porque atacó el miedo. En la medida que había más chistes contra la autoridad estaba más claro que había menos miedo contra la dictadura. Entonces el aporte democratizante del humor gráfico fue muy importante”.
Pero no sólo en dictadura fue relevante el humor, también lo fue antes, en la Unidad Popular: “el humor que había en las portadas de los diarios como Tribuna o el humor denigrante que había en la revista Sepa, yo diría que ayudaron mucho a crear una atmósfera de odiosidad previa a las acciones propiamente militares. Ya no había ningún respeto por la autoridad porque ya se le había dicho de todo en caricatura”.
¿Cómo viviste el Golpe?
Bueno, yo era un estudiante. Era militante de un partido de izquierda muy nuevecito en ese tiempo, que era la Izquierda Cristiana. Era un militante juvenil estudiantil de poca importancia, pero en ese tiempo bien comprometido. Porque todos estábamos en uno u otro lado, era una situación muy politizada, entonces todos teníamos opinión, en contra o a favor, no había términos medio. Incluso el centro fue desapareciendo. La misma militancia mía tenía que ver con eso, yo había sido tomicista, no allendista.
¿Por qué caes preso?
Allanaron mi casa, yo estaba solo y me llevaron preso. No hay mayor explicación en el sentido que me anduvieran buscando a mí especialmente. Seguramente hubo algún soplo de algún vecino que dijo “en esa casa son todos de izquierda”. Yo vivía con unos primos mayores. Ahora, al explicar esos porqués uno tiene que ponerle una lógica a una situación que no era muy lógica. Es una respuesta que la deberían dar los otros. Es como sin razón, medio ridículo porque en la medida que pasaba el tiempo en la prisión, iban cambiando los cargos, las acusaciones, y finalmente yo nunca tuve un juicio o un cargo formal, nunca tuve una condena.
O sea que tu no fuiste de los que cuando llegó el Golpe supo que tenía que esconderse o arrancar.
Mira, yo creo que no imaginamos la magnitud. Y a mí me tomaron preso en el mismo septiembre, no tuve mucho tiempo, pero sabía que tenía que irme de ahí. No lo hice, qué sé yo. Bueno, no es un mérito haber estado preso, es más un demérito. Uno después se arrepiente por tonteras.
¿Y tus familiares?
Era un matrimonio joven con el que yo vivía, ellos se asilaron. Vivíamos en una casa arrendada que tuvieron que entregar, todo esto mientras yo estaba preso. Entonces cuando salí en libertad, que salí en el Estadio Chile, llego a la Alameda y no sabía dónde ir, porque ya no estaba la casa, no había nada. Y tampoco estudios, porque yo estaba en cuarto medio, salí en febrero, se habían acabado las clases. Fue difícil pero bueno, aquí estoy hablando del humor, y haciendo libros y escribiendo. Y después estudié, y prefiero no quejarme.
¿Cómo es el humor gráfico en dictadura?
Yo diría que el gran aporte del humor gráfico tiene que ver con enfrentar el miedo. Con que al hacer chistes sobre la dictadura, en cada chiste había una pérdida del miedo en contra de la dictadura. Cuando ya se pudieron hacer caricaturas en contra de Pinochet, había una cierta debilidad en ese personaje, veías una cosa ridícula en él. O cuando Rufino hacía a los hombrecitos con anteojos negros, también eso ayudaba a reírse del régimen. Pensando en que hay un tiempo largo en que nadie se reía del régimen. Pero hay algo que no se cuenta mucho. En la prisión política también hubo humor.
¿En los centros de detención?
Inmediatamente después del Golpe, por ejemplo, en el campo de prisioneros de Chacabuco se hicieron caricaturas y buenas caricaturas y que también eran políticas. A lo mejor no súper fuertes, pero eran autoirónicas. Y ahí había un dibujante que era Tato Ayres, un joven de unos 17 años que lo tomaron preso porque hizo caricaturas contra Pinochet. Hizo unas caricaturas de la Junta y cuando le allanaron la casa las encontraron y se lo llevaron preso junto a su padre a Chacabuco, donde su padre había trabajado como minero, llegaron a la casa donde habían vivido. Hay toda una historia ahí muy bonita. Entonces humor gráfico hubo en campo de prisioneros, en Melinka se hizo, en Isla Dawson hay unas caricaturas de Tohá que las hizo Miguel Launer. O se tomaba un dibujo de Condorito por ejemplo y se le ponía un texto político a un Condorito y aparecía una hoja clandestina que se llamaba Liberación, esto en la parte de la ilegalidad, de la clandestinidad y de la prisión.
Tú empiezas como poeta en prisión. ¿qué características tiene el hacer este tipo de arte, y el dibujo, la caricatura en prisión?
Mira, eso tiene que ver con un proceso de resiliencia de los presos políticos. En el caso de Chacabuco nosotros nos organizamos de una manera en que no había espacio para la ociosidad. No había espacio para que tú te quedaras solo y pudieras, por ejemplo, suicidarte. Siempre había un autocuidado colectivo, y orientaciones para que las personas hicieran algo. Entonces el que sabía algo hacía clases y el que no sabía iba a clases. Alguna gente empezó a tallar madera, otros a cantar. Teníamos buenos artistas presos, lamentablemente, aunque ahí era bueno para nosotros, jajaja. Ángel Parra por ejemplo hizo un conjunto musical, compuso cosas, había gente que pintaba. No digo que no hubiese depresión o miedo.
Pero lograban sobreponerse
Estaba todo lo que tiene la vida en la prisión pero estaba el estímulo para tratar de convertir lo que se hacía en una suerte de resistencia que era desmentirle a los militares que nosotros no éramos lo que ellos creían que éramos: unos asesinos, desalmados, etcétera. Entonces los que eran profesionales, ejercieron de alguna forma su profesión, cada uno hizo algo. Entonces yo que era muy inútil, porque estaba en cuarto medio, quise hacer un tallado de madera, no pude, se me rompía. Entonces empecé a escribir poesía, porque mi padre también escribía, tengo hermanos mayores que escribían entonces no era algo del otro mundo. Entonces había una suerte de cooperación mutua en el que el dibujar o el escribir o el cantar era realmente salvador. Y entre las cosas que más apreciábamos y agradecíamos era la gente que colaboraba con el resto haciendo humor. Había gente que tenía talento para eso, habían actores profesionales que estaban presos, Gonzalo Palta, me acuerdo. La gente que podía alegrar al resto, eso provocaba una gratitud tremenda. Todo lo que le sirviera a los otros en términos de distraerlos, teniendo presente la situación en que estábamos.
¿Y había en lo de Tato Ayres capacidad de reírse de la realidad?
Bueno, en los sketch principalmente y en algunos dibujos, por supuesto, nosotros nos reíamos de nuestra propia situación. Se ironizaba, hay cuecas hechas en Chacabuco en que nos reíamos de nosotros mismos. Yo creo que eso fue muy sano. No debería dar eso una impresión equívoca de la prisión sino más bien una impresión más humanizadora de lo que fueron esos momentos, porque en general la gente que estuvimos en Chacabuco veníamos del Estado Nacional. Habíamos pasado por los interrogatorios en el velódromo, habíamos sufrido los allanamientos, yo había estado en la Escuela Militar. O sea habíamos pasado por momentos muy duros en que no había espacio para el humor. Pero en Chacabuco estábamos en una situación de aislamiento, éramos rehenes. Entonces era una situación que no sabíamos cuánto iba a durar y eso nos permitió organizarnos y hacer este tipo de cosas. Podría haber sido una comunidad con menos iniciativa y nos habríamos deprimido, nos habríamos peleado entre nosotros. Pero yo como joven siempre sentí protección. Bueno, éramos todos políticos, con una conciencia política. El que menos, había sido presidente de curso. Entonces había una lucidez política que nos sirvió mucho.
¿Hubo en la dictadura humor de distracción en el dibujo? ¿Como en la televisión?
Hubo pero sin éxito. Sin una penetración grande como el ejemplo de la televisión. La otra vez veía en un espectáculo de danza en el Museo de la Memoria se hacía un paralelo: había un programa de televisión de los años 80 donde está la Maripepa Nieto.
Sabor Latino
El Sabor Latino. Entonces está la Maripepa mostrando ahí un traste espectacular y al lado un cuadro de danza de una mujer que está representando una sesión de tortura. Y a mí me impresionó mucho esta obra, porque yo sabía, bueno, mucha gente lo sabe, para entender bien la ironía que había en la obra que en este Sabor Latino el que estaba detrás y traía a la Maripepa y se metía con el mundo de la farándula de entonces era el Álvaro Corbalán que era uno de los peores. Y bueno, detrás de la televisión el control político que tenía la derecha era increíble. Yo trabajé un tiempo en el Canal 9 cuando pasaba al 11. Bueno, me echaron, duré un año. Me echaron servicios de inteligencia.
¿En qué año?
En el año ’80, inmediatamente después de un plebiscito trucho que hicieron. No, duré muy poco. En cuanto se dieron cuenta quién era yo, no en el sentido de lo peligroso que podía ser, sino que había vivido afuera, que había estado exiliado. Pero hubo un cambio de dirección, entraron los oficiales y entrar ellos y salir yo fue un sólo acto, jajaja. Y en el campo del humor no tenían. Hubo un momento en los años ’80 en que publican de nuevo la revista Sepa, que era la revista del humor mas agresivo contra Allende.
¿Eran buenas?
Eran revistas en realidad de mal gusto y que solo podía seguir la gente como muy fanática, no había mucha gracia ahí. Además que los dibujantes de la izquierda, de la oposición a la dictadura eran muy buenos y muy sutiles. El humor gráfico de la dictadura no era bueno, no era entretenido. No había un equivalente al Jappening con Ja en revista. Bueno, Condorito siempre mantuvo su neutralidad política, se metía pero muy poco, nunca se le vio como un personaje con connotaciones políticas. Y las otras tampoco: Pepe Antártico siempre fue el fresco. No hubo realmente revistas de humor de la derecha. La excepción tal vez es el humor de Lukas en El Mercurio, pero él era muy ingenioso, muy suspicaz políticamente y era buen dibujante, pero era el recuadro editorial de El Mercurio, no era una revista.
Siempre se dice que los militares eran medio incultos. Dicen que cuando allanaron la casa de Neruda quemaron libros del cubismo porque pensaban que eran de Cuba. ¿Crees que eso era así y que ayudaba a que se pudieran publicar esas cosas?
Bueno, la complicidad del lector es súper importante porque es en circuitos cerrados, en que tú estás eludiendo la censura, entonces por eso se utilizaba tanto la ironía. Porque con la ironía tú estás diciendo al menos dos cosas al mismo tiempo, entonces tenías un resguardo frente a la censura, porque si te decían “usted dijo esto”, tú decías: “no, si lo que quise decir es otra cosa”, te vas por el lado literal. Ahora en ese tipo de chistes hay gente que queda afuera, que no entiende todos los chistes. Porque la lectura del chiste es una apelación, está invocando una experiencia. Y para que nosotros nos entendamos tenemos que tener una experiencia común. Por eso es que en el chiste político se exige de alguna manera una información del lector, más aún, incluso una toma de posición.
¿Por qué te dedicaste a investigar el tema del humor gráfico?
Mira, bajo dictadura con un grupo de amigos hicimos una revista que se llamaba La Castaña, que era una revista de poetas jóvenes, yo en ese tiempo era un poeta joven jajaja, y de diseñadores gráficos. Y una vez uno de los dibujantes hizo una gran multitud y sobre las cabezas de estos personajes puso globitos en blanco y me dijo: “bueno, como tu escribes, llena los globitos”. Y, bueno, me costó y poco a poco empecé a hacer esa página ya solo. Y eso le gustó a La Tercera que estaba haciendo un suplemento del domingo y quería un humor nuevo. Y de repente me vi haciendo una tira cómica grande, semananal, con Eduardo De la Barra y me profesionalicé. Trabajé mucho tiempo haciendo chistes, he hecho chistes en Condorito, en Topaze, en revistas bien emblemáticas que tienen que ver con el humor gráfico. Y al profesionalizarme me vi siendo amigo o medio colega de dibujantes que yo admiraba desde niño.
¿Eras bueno para leer de chico?
Yo leía muchas revistas, tenía un cambio de revistas en la ventana de mi casa y admiraba a Hervi, a Themo Lobos, a Palomo y de repente me veo que los empiezo a conocer y a conocer sus anécdotas. Y me di cuenta que tenían muchas historias y que ellos no las iban a contar. Y me di cuenta que a través de la sátira y el humor gráfico en general uno podía conocer una historia de Chile por el costado, media marginal, no por el lado del momumento, sino por el lado de la caricatura.
¿En qué sentido?
Descubrí que José Miguel Carrera había sido caricaturista, que lo ejecutaron por sus “sangrientas caricaturas”, así dice la condena. Entonces empecé a ver que Manuel de Salas también, que Pérez Rosales también tenía que ver con el humor gráfico y me di cuenta que había mucha historia escondida de personajes, incluso conocidos por otras cosas, que había como un currículum oculto de grandes personajes que algo tenían que ver con el humor gráfico. Hicimos también un libro sobre el único dibujante desaparecido en la dictadura, lo descubrimos, encontramos su historia y sacamos un libro sobre él. Entonces son rescates que a mí me dan mucha satisfacción.