“No me gusta la ley de prensa de Ecuador” – Juan Manuel Santos, presidente de Colombia
En exclusiva con La Crónica, el presidente de la República habla del periodismo regional, nacional e internacional; rememora su oficio de periodista y defiende la libertad de prensa.
Antes de todas estas lides políticas, nosotros nos conocimos en el periodismo. ¿Cómo ve usted la prensa nacional? ¿En qué punto la ve, en cuanto a calidad, en cuanto a contenidos…?
Afortunadamente, Colombia ha tenido una prensa relativamente buena, una prensa que mantiene un estándar de calidad muy aceptable, una prensa que es lo suficientemente objetiva, una prensa que no es sensacionalista y una prensa que tiene una gran dosis de responsabilidad. O sea que en su conjunto es una prensa buena.
¿Cómo ve la prensa regional?
La prensa regional es diferente a la prensa nacional porque es una prensa mucho más cercana a las realidades de cada región; así tiene que ser. Es una prensa que se mantiene muy viva, por ese contacto tan directo con los problemas cotidianos de la gente. Es una prensa mucho más aterrizada, mucho más ‘polo a tierra’ con las realidades del país, y es una prensa que hace un inmenso esfuerzo por sobrevivir porque el mundo de hoy, en cierta forma, conspira contra periódicos de todo tipo; nacionales y regionales.
Usted es hijo de un gran periodista como lo fue don Enrique Santos y yo no sé él como hacía, pero a las 7 de la mañana ya tenía leídos los periódicos del país sin existencia de internet, ni Google ni nada. ¿Usted hace seguimiento de la prensa regional?
A mí me pasan mis resúmenes de la prensa regional, me interesa mucho saber qué dice la prensa regional. Inclusive, muchas veces, me pasan las primeras páginas de los periódicos regionales para que yo las ojee, y eso me da muchas veces una información que de otra forma no obtendría.
¿Qué extraña usted del periodismo?
Tantas cosas, Vladdo… Tantas situaciones, agradables además. Primero la tranquilidad. Yo tenía mucha más tranquilidad cuando estaba de periodista que ahora de presidente o de ministro; que también tuve esa experiencia muchas veces. Extraño la capacidad para tener contacto directo con muchísima gente sin las proyecciones que tiene uno como presidente en este momento. Extraño estar sentado donde usted está, haciendo la entrevista; extraño muchísimo esa vida del periodista que es una vida muy interesante, muy intensa, pero sin presión de esa inmensa responsabilidad que tiene uno como presidente.
Usted es un hombre muy mediático y fuera de Colombia también ha tenido mucha aceptación y en los medios le hacen seguimiento, señalan las cosas buenas del país y las que no son tan buenas. ¿Cómo ve usted el tratamiento que le da la prensa a Colombia?
Ha mejorado. Como todos sabemos, los prejuicios y las percepciones se demoran en cambiar cuando cambian las realidades. Yo creo que la prensa internacional ha venido cambiando en la medida en que ha ido cambiando la realidad nacional.
¿Usted qué piensa de las leyes que tratan de restringir la prensa en otros países de la región como en Ecuador, Venezuela o Argentina?
No estoy para nada de acuerdo con ningún tipo de restricción con la prensa. Me crié en un periódico, viví toda mi vida defendiendo la libertad de prensa y eso es algo que llevo por dentro, en mi sangre. Inclusive, de gobernante, cuando uno a veces ve injusticias que comete la prensa, yo inmediatamente hago un raciocinio: que eso es un mal muy menor frente a la posibilidad de no tener una prensa activa, crítica, que para mí, todos los días, es como una ducha de agua fría.
¿Conoce usted la ley de prensa que recientemente se aprobó en Ecuador?
La conozco por encima, sí.
¿Y qué opina?
No me gusta.
¿El ejercicio del poder que usted ha tenido como ministro, como designado a la presidencia y ya como presidente le ha dado otra visión, ha enriquecido su alma de periodista?
Sí. Creo que me ha hecho reflexionar sobre cosas que yo no hubiera hecho y que hice de periodista. Muchas veces fui injusto, muchas veces fui superficial, muchas veces quise lucirme como periodista y no fui en esa situación lo suficientemente objetivo. Yo, cuando veo que eso sucede y hago memoria sobre lo que yo hice, tengo una perspectiva mucho más crítica del periodismo. Pero no quiere decir que esa visión crítica, en alguna forma, vaya a vulnerar mi inmensa admiración por la carrera del periodismo porque yo sí comparto esa definición de Camus que decía que “es la profesión más bella que existe”.
¿Cuál es el trago más amargo que usted recuerde haber tenido en su ejercicio periodístico? Bien sea suyo o de su periódico, de El Tiempo, concretamente…
Muchas veces, tuve muchos tragos amargos en juicios equivocados, acusaciones injustas, información que publiqué sin haberla confirmado y resultó falsa…
¿Usted estaba en el periódico cuando su primo, Francisco Santos, acusó falsamente a un sacerdote de estar reunido con la guerrilla?
Yo no estaba en el periódico y afortunadamente yo no llegué a esos extremos, pero sí por ejemplo en decisiones de publicar ciertas informaciones que habría podido generar problemas innecesarios.
Hay una experiencia que yo la discutí con Gabo muchísimas veces, que me tocó a mí, como director encargado del periódico y fue divulgar la información de la reunión de López con el cartel de Medellín en Panamá. Eso lo discutí muchísimo y yo tomé esa decisión a conciencia. A mí me llegó la información y mi hermano Enrique se opuso, porque él fue uno de los que me envió la información y yo le dije: “Pues eso lo publico, porque me parece, realmente, inaceptable que a los pocos días de haber sido asesinado Rodrigo Lara, estén sentados con el cartel de Medellín”.
Años más tarde Gabo me dijo un día una frase que me dejó muy shockeado: “¿Te imaginas la cantidad de sangre que se hubiera podido ahorrar este país si no hubieras publicado esa reunión?”. Yo le dije: “Gabo, yo no me arrepiento de lo que hice, porque creo que hice lo correcto”.
Él me lo dijo a manera de introducción a una petición que me iba a hacer y era que estaba ad portas de negociar la liberación de la hermana de Germán Montoya, Marina Montoya, y que si yo me quedaría callado ante esa información. Yo le dije: “Sí, yo me quedo callado; pero de todas formas con esa gente uno no puede confiarse y hay que tener mucho cuidado”. A la semana la mataron.