El pacto del zafarrancho – Diario La Tribuna, Honduras

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El siguiente editorial responde exclusivamente a la visión de este medio

 

LA firma de un pacto por los derechos humanos acabó en bochornoso zafarrancho. Un aviso -para que por la víspera se augure el temporal que se avecina- de las abrasivas secuelas del conflicto político que dividió la sociedad, diseminando odios que todavía encarnan los extremos. El espectáculo fue organizado por una oficina gubernamental, cuyo papel ha sido bastante pobre en la lucha que le confiaron, cuando el país sigue figurando en la lista negra de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos. Lo que debió velar por disminuir la atorrante impunidad que desacredita al sistema institucional, agregada a las decenas de asesinatos brutales que se cometen a diario, dedicó una buena parte de su tiempo a confeccionar bozales a la prensa. Esfuerzo que pudo haber empeñado en mejorar esa penosa situación, con hechos concretos y contundentes. Otro contrasentido, cuando la libertad de expresión -como la defensa de los derechos civiles del ciudadano- figura en la primera generación de los derechos humanos.

Triste, que después de aquella espantosa tragedia en una de las cárceles, que dejó docenas de cuerpos calcinados -pese a que una de las tareas que encomendaron a esa flamante oficina burocrática que montaron, era cerciorarse que mejorara esa patética situación en los centros de reclusión- tres años después el Relator sobre los Derechos Privados de Libertad de la CIDH viene a decir que el sistema carcelario es “deshumanizado, paupérrimo y corrupto”. Peor, coincidiendo con otro escandaloso incidente, acaecido en la Penitenciaría Nacional, que vuelve a exhibir la imagen del país en el exterior. Conste, que no hemos dicho que nada se haya hecho. Seguramente algo bueno habrá quedado de todos esos eventos organizados con figuras de algún respeto internacional, y de esos periplos por el mundo, de los viajes para asistir a tantos foros y reuniones, intentando compensar con un lleno de palabras el tremendo vacío de las evidencias. Lo que hemos dicho es que todo eso no está ni cerca de ser suficiente. Que la impresión que queda, a juzgar por los resultados a la fecha, el desempeño en esa oficina ha sido más cáscara que nueces.

Desde allí, el acto para la suscripción de un pacto entre los candidatos presidenciales, patinaba sobre cuarteadas hojas de hielo. Un compromiso de esa naturaleza, debió ser promovido no por una oficina de tan liviana prestancia. Sino por figuras de intachable solvencia moral en la materia. Es más que una ristra de papeles, o acumulación de cerros de documentos que no se cumplen, de eventos teatrales para la figuración, lo que ocupa la defensa de los derechos humanos. Un propósito loable, la suscripción de un convenio por parte de los candidatos presidenciales, comprometiéndose a incluir en sus agendas prioritarias el tema de los derechos humanos -como si ya no lo tuviesen- desgraciadamente fue empañado, desde el inicio, por la total carencia de tacto en el manejo del evento. Provocando que aquella convocatoria se convirtiese en un mitin político. Sabiendo la crispación que hay  entre los grupos asistentes, se requería de prudencia, hasta en el uso del lenguaje, para moderar con atino, sin atizar las brasas ardientes que con cualquier irresponsable soplido se encienden. Más si se contaba con la presencia de embajadores y de integrantes de la cooperación internacional. Los inaceptables insultos, los irrespetos, las ofensas a los presentes -una vez que el zafarrancho tomó inercia propia- quizás haya sido el menor de los daños.

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