Rubén Dri, teólogo y filósofo argentino: “Apoyar al Papa en lo que sirva a nuestros pueblos pero no comprar todo el paquete”

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Por Gerardo Szalkowicz

La gira del Papa por Ecuador, Bolivia y Paraguay reactualizó los debates y contrapuntos en relación a su figura. En esta entrevista, el teólogo y filósofo argentino Rubén Dri desmenuza el “efecto Francisco” en América Latina, sus mensajes políticos y las rupturas y continuidades que le impregnó al Vaticano.

En diálogo con el programa “Al sur del Río Bravo” que transmite Radionauta FM, Dri también analiza los avances y límites del actual papado desde el legado de la Teología de la Liberación y el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo del que fue referente.

¿Cómo se viene reconfigurando la relación entre el Vaticano y la región? ¿Qué análisis hacés del discurso de Francisco sobre todo en cuanto a su fuerte contenido político-social?

– Sin dudas, se vienen produciendo grandes cambios. En primer lugar en la misma práctica de Bergoglio a Francisco y en segundo lugar de la Iglesia con América Latina. Vemos ahora una Iglesia volcada a los sectores más desprotegidos y, al mismo tiempo, esos sectores que después de mucho tiempo tienen proyectos populares, proyectos de liberación. Eso es lo cualitativamente diferente que se está expresando desde hace una década. Y en este sentido, que la Iglesia a su vez apoye estos movimientos le da un impulso muy grande.

El mensaje que está dando Francisco es profundamente político, es político-religioso o es religioso pero con profundas implicaciones políticas. Hay un pronunciamiento claro en contra del capitalismo sobre todo en su fase neoliberal, con toda la destrucción que ha producido en nuestro continente. Y es claro también el apoyo que está dando a los movimientos populares de base que están luchando por su independencia, por su liberación.

– Teniendo en cuenta su pasado y las acusaciones de su complicidad durante la dictadura, teniendo en cuenta su férrea oposición a ciertas reivindicaciones como el matrimonio igualitario o el aborto, ¿cómo se explica el pasaje de ese Bergoglio de perfil conservador a este Francisco “progre” que se reúne con decenas de movimientos populares de América Latina?

– A Bergoglio hay que analizarlo en primer lugar desde lo político y no desde lo religioso. Me es muy difícil analizarlo desde lo religioso cuando en sus encíclicas nombra a Juan Pablo II, es decir a un papa que si bien teatralmente o en cuanto a manifestaciones masivas presenta rasgos semejantes, sin embargo expresa lo contrario, porque Juan Pablo II expresaba un lineamiento con el neoliberalismo y aquí nos encontramos con un alineamiento totalmente contrario.

Éticamente hay contradicciones que Bergoglio tendrá que procesar interiormente. Cuando él estaba en Argentina de hecho estaba en contra del kirchnerismo, y había transformado la Catedral en una tribuna política en contra del gobierno. Es todo lo contrario a lo que está haciendo ahora. Y esa contradicción tiene que ver con que acá bregaba por un papel hegemónico de la Iglesia frente al Estado, había allí una lucha entre esos dos poderes. Ahora no tiene ese problema porque él está por sobre los poderes políticos, ahora dirige la política directamente desde el Vaticano. Ahora puede desarrollar ampliamente un poder político y lo está haciendo de una manera contraria a lo que hacía acá, porque ahora ya no está peleando frente a un poder político que le pueda hacer contra. De hecho, la Iglesia empezó a tener mucho más poder con Francisco, está recuperando una hegemonía que había perdido.

– En ese sentido, ¿los cambios que evidencia en su discurso político están generando cambios en términos religiosos?

– Creo que pocos. Hay un tema que ustedes aludían que es lo que la Iglesia considera siempre como la moral, es decir todo lo que tiene que ver con la sexualidad, el aborto, el matrimonio igualitario, etc. En eso Francisco no sólo no ha cambiado sino que no va a cambiar. Va a ser mas difícil ahora avanzar en esos terrenos. Y en este sentido, no es casual que el primer país que visitó esta vez sea Ecuador, porque en este sentido coincide con Rafael Correa. Es decir, tanto Correa como el Papa están empujando un proceso popular, de liberación, pero al mismo tiempo poniendo freno con respecto a otros derechos que hoy la sociedad quiere conquistar, que la Iglesia -incluido Francisco- considera que es un terreno propio en el cual los Estados no se tienen que meter.

– ¿La Iglesia coloca una figura como Francisco para recuperar legitimidad ante el desprestigio que arrastraba? ¿Fue Francisco de motus propio que le cambió la cara a la institución? ¿O tal vez una mezcla de ambas?

– Hay una mezcla de las dos. Los cambios fundamentales que produce en la institución Iglesia hasta ahora son cambios que tienen que ver con maneras de actuar, pero no son cambios profundos. Es decir, la construcción de poder de esta Iglesia no sólo no la ha cambiado sino que ha dado fundamentos mayores, le ha dado más poder. Ha afirmado claramente que el sacerdocio sólo lo pueden ejercer los varones, entonces ahí hay una definición clara de dónde poner los frenos. Pero por otra parte quita mucha de la hojarasca que tenía la Iglesia, cuando él habla de una iglesia pobre y para los pobres, habla de una Iglesia que se quita las hojarascas, pero no de una Iglesia que ya no tenga el Banco del Vaticano. Entonces esa Iglesia pobre puede terminar siendo una Iglesia mucho más rica, sólo que no va a tener la ostentación de aquella Iglesia. Creo que eso es lo que fundamentalmente está cambiando.

– Y este cambio de estrategia de la Iglesia de alguna manera ha revitalizado a los fieles…

– Sin dudas. Pero también ahí hay mucha “papalatría”. Las grandes manifestaciones con misas multitudinarias, como ya lo hacía Juan Pablo II, eso es muy contradictorio, creo que la verdadera religiosidad no es eso. Pero de cualquier manera, yo no lo desapruebo en la medida en que eso pueda servir para concientizar a los fieles o para crear fuerza popular en la medida en que esa fuerza a su vez esté empujando los proyectos populares.

– En general hay una reticencia muy fuerte desde la izquierda y los movimientos populares argentinos hacia Francisco, sobre todo por el rol histórico de la Iglesia, por el pasado de Bergoglio y por su visión reaccionaria sobre esos derechos. ¿Cuál te parece que debería ser la postura en relación a Francisco? ¿Cambió tu opinión sobre él desde que asumió hasta ahora?

– Sí. Creo que no debemos mantenernos rígidos en los análisis ni ser fundamentalistas, pero tampoco podemos comprar todo el paquete. A nosotros nos interesa fundamentalmente que los movimientos populares latinoamericanos puedan crecer, puedan desarrollarse, puedan construir poder; en la medida que el Papa favorezca esto, nosotros tenemos que apoyarlo. Creo que tenemos que estar de acuerdo pero al mismo tiempo tener en cuenta cuáles son los limites que la Iglesia quiere poner. Y por otra parte, tener en cuenta también la herencia que va dejando una Iglesia más poderosa frente a nuestros Estados. Yo pensaba que la actitud de Bergoglio frente a los movimientos populares iba a ser la contraria a lo que viene haciendo, y ahí yo también corrijo la visión que tenía, porque él cambió en este sentido, entonces eso yo lo apruebo.

– Por último, ¿qué rescatás de lo que viene haciendo Francisco y qué no en cuanto a esa referencia histórica que es la Teología de la Liberación y lo que ha sido la experiencia del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo?

– Lo que diría es: no cerrarnos en nuestras posiciones y tratar de apoyar todo lo que sirva a nuestros pueblos pero nunca comprar todo el paquete. La autentica Teología de la Liberación es aquella que retoma el proyecto de liberación de Jesús en Nazaret, que es un proyecto de creación de poder popular, o sea, desde abajo hacia arriba. Creo que toda esta movilización por Francisco hay que aprovecharla para que las bases se muevan, se organicen y hagan sentir su voz. Por ahí se nos abre el horizonte en América Latina.

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