Las relaciones de Rusia con América Latina – Por Damián Jacubovich
Este 2015 no se anuncia fácil para la geopolítica rusa. Ya a partir del 2012, el crecimiento geo-económico de la Federación Rusa mostraba signos de agotamiento. Este panorama se había confirmado en el 2013 con una tasa de crecimiento que apenas había logrado superar el 1 %, indicador que se encontraba muy lejos de lo que el ejecutivo ruso pretendía para ese año. El año 2014, se suponía, debía ser él del nuevo impulso y despegue económico y finalmente habrá resultado él de la profundización de la crisis.
La anexión de Crimea, ex territorio ucraniano, en marzo del 2014 por parte de Rusia desencadenó una serie de fuertes sanciones económicas por parte de la Comunidad Europea (cabe recordar que en la actualidad el bloque regional europeo representa el mayor socio comercial de Rusia y que la mitad de las exportaciones rusas se dirigen al bloque regional europeo); y para “colmo de males”, causalidad mediante, el sistema ruso se vio y se ve, fuertemente afectado por la caída del precio del petróleo.
Rusia y América Latina
En los últimos años la presencia rusa en América Latina se ha caracterizado por el fortalecimiento de las relaciones internacionales con los países de la región, principalmente con los llamados no alineados (con Estados Unidos). Inicialmente las relaciones habían sido impulsadas alrededor del eje de la defensa y en ese sentido cabe recordar que a nivel militar, Rusia, se consolida como el segundo país proveedor de armas en el mundo. Esta última tendencia entre América Latina y Rusia se había visto favorecida por un lado, gracias a la bonanza económica latinoamericana de principio de este nuevo milenio y la necesidad de los gobiernos latinoamericanos de actualizar sus vetustos sistemas de defensas.
Y por el otro lado, ante esta necesidad, el hecho de que la ola de gobiernos centro-izquierdistas latinoamericanos (surgidos en las últimas décadas) hayan preferido a su vez efectuar negocios armamentistas con la Federación Rusa en vez de hacerlo con los Estados Unidos. Si bien, históricamente, la transferencia armamentista ha sido uno de los principales ejes de intercambio con la región (junto con la nueva tendencia en hidrocarburos no convencionales), nuevos mercados y posibilidades se están abriendo en sectores como la minería o el nuclear civil, este último fruto del reciente acuerdo entre Argentina y Rusia.
Pero además de relaciones comerciales, Rusia busca materializar este acercamiento con América Latina mediante el desembarco de bases de carácter «técnico». Las declaraciones del viceministro de la Defensa ruso Anatoli Antonov en 2014 no deja dudas al respecto: «Deseamos crear puestos de mantenimiento técnico en estos países , no se trata de bases militares. Deseamos poder utilizar los puertos y los aeródromos de América Latina. Estamos llevando a cabo negociaciones con nuestros socios (Venezuela, Cuba y Nicaragua) sobre este tema.»
Sea como sea, Rusia parece tener claro que uno de sus objetivos geopolíticos es justamente ganar influencia y mercados en una región que el gobierno de Washington siempre ha considerado como su «patio trasero».
La preocupación del gobierno de Barack Obama frente al avance ruso no deja de ser lógica y se ha manifestado en numerosas ocasiones. Ésta es una de las principales razones por las cuáles EE.UU ha deseado mejorar su imagen en América Latina y una de las causas que han favorecido el acercamiento a Cuba, ya que el bloqueo a este país estaba generando demasiados cortocircuitos en las relaciones estadounidenses con la región.
Las relaciones de Rusia en el continente no se limitan solamente a tejer convenios con los llamados países «amigos», sino que en algunos casos, como en el de Colombia, se trata de alcanzar lo que se llama en términos geopolíticos una «cabeza de puente», es decir, la pasarela que tiene en este caso Estados Unidos en la región. En los últimos años se han firmado convenios entre ambos países, en temas varios como hidrocarburos, industria de capital de riesgo, sostenibilidad e innovación industrial del sector minero-energético, exportaciones al mercado ruso y metrología.
La presencia rusa en el continente no ha cesado de consolidarse en los últimos años. La industria petrolera y siderúrgica ya ha desembarcado con pie firme en Latinoamérica. Existen inversiones millonarias de Zarubezhneft en Cuba, de Severstal (industria del acero) en Brasil, además de la presencia de Rosneft en Venezuela, o de Rusa (aluminio) en el territorio amazónico de Guyana. A esto debe sumársele, en breve la llegada de la megaempresa de gas Gazprom a la Argentina, más el acuerdo sobre la transferencia de tecnología nuclear civil entre Rusia y Argentina. En México, vecino carnal estadounidense, se anuncian negocios en el sector energético después de la «liberalización» del sector decretada por el presidente Enrique Peña Nieto.
El Comité Nacional para la Colaboración Económica con los Países de América Latina (CN-CEPLA creado en 1998) resulta una de las herramientas más importantes que utiliza el gobierno de Rusia en su estrategia comercial y geopolítica en América Latina y se encuentra firmemente asociado al Ministerio de Desarrollo Económico de Rusia.
A modo de conclusión, la creciente presencia de Rusia en América Latina, por un lado estaría produciendo un reequilibro respecto a la omnipresencia estadounidense y el creciente acercamiento de China a la región; y por otro, pone de manifiesto la necesidad de consolidar el bloque regional suramericano y latinoamericano para así poder dialogar en buenos términos; pero de gigante a gigante.
*Damián Jacubovich, geopolitólogo (Universidad de la Sorbona en Francia), experto en cuestiones militares y geoestratégicas de América Latina. Investigador del Centro Cultural de la Cooperación en Argentin