Diez opiniones sobre el restablecimiento de las relaciones entre Cuba y EEUU
Nodal recopila diez artículos de opinión y editoriales de diarios de la región, para pensar desde múltiples miradas los alcances de la histórica decisión de Cuba y EEUU de recomponer el vínculo tras más de cincuenta años de distanciamiento.
Los efectos regionales – Por Mauricio Jaramillo Jassir
La flexibilización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos no sólo inaugura un nuevo ciclo en los vínculos entre Washington y La Habana, sino que terminará por incidir en la política exterior de algunos latinoamericanos que, a propósito del polémico embargo, han diseñado una parte de su política exterior. En este sentido, merecen especial atención los casos de Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela, los críticos más insistentes de dicha sanción en los últimos años.
Al mismo tiempo se debe reconocer que esta decisión que, sin duda, hará pasar al presidente Barack Obama a la historia, tiene al menos tres antecedentes que han obligado a una revisión de la diplomacia estadounidense respecto de América Latina.
El primero es el distanciamiento abrupto y luego paulatino que derivó en el enfriamiento de las relaciones entre EE. UU. y América del Sur (especialmente con América Central, cuyos problemas de seguridad han provocado un interés notorio del Congreso de ese país). Esto se debió inicialmente a la paranoica y poco efectiva guerra global contra el terrorismo a comienzos de siglo, que centró los intereses vitales de buena parte de las potencias de Occidente en el devenir en Oriente Medio y Asia Central.
Desde ese momento, los temas latinoamericanos han venido perdiendo peso, aunque en algunas coyunturas la presión de algunos sectores del Senado ha despertado el interés de Estados Unidos en temas concretos, como la inestabilidad venezolana, el posconflicto en Colombia o los atentados contra la democracia como el golpe a Manuel Zelaya en Honduras (2009).
Y aunque el nuevo capítulo de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba podría tener un impacto limitado en la región, hoy el continente pareciera estar regresando al radar de Washington, aunque no al mismo nivel de lo que estaba en plena Guerra Fría. Antes del anuncio oficial, funcionarios de alto rango de la diplomacia de Washington llamaron a varios presidentes de la región (Colombia, México, Chile, Perú, entre otros) para preguntarles su opinión sobre el cambio de política hacia la isla. Y adicionalmente la Casa Blanca anunció la participación de Obama en la Cumbre de las Américas que se celebrará en Panamá en abril de 2015.
El segundo antecedente tiene que ver con el relevo en la izquierda latinoamericana. En el pasado, especialmente Cuba y México, apostaron por el contrapeso a Estados Unidos en la región. Brasil, en la época del gobierno militar entre 1964 y 1985, no estaba interesado en el ejercicio de un papel como el que ha reivindicado desde la llegada de Fernando Henrique Cardoso a mediados de los noventa. Por eso, en el pasado, eran pocos los que se atrevían a desafiar a Estados Unidos o a poner en tela de juicio el aislamiento de la isla, México fue una de las pocas excepciones (una política que abandonó desde 2000 con la llegada del Partido de Acción Nacional). Aquello cambió con el giro a la izquierda y la constelación de gobiernos que, aunque en ningún momento han reivindicado el comunismo, han sido críticos constantes del libre mercado y de la injerencia de Washington en el continente.
Éstos iniciaron la campaña reciente de desprestigio hacia el embargo, alcanzando un punto de máxima tensión en la VI Cumbre de las Américas en Cartagena de 2012. Entonces, Ecuador anunció que no participaba si Cuba no era invitada, generando una crisis diplomática sin antecedentes en ese mecanismo de integración. Esta izquierda contagió a países moderados como Colombia, que inesperadamente ha abogado por el fin de semejante anacronismo.
Y el tercer antecedente tiene que ver con la salida en 2006 de Fidel Castro del Consejo de Estado. Desde ese entonces comenzó una transición que la derecha latinoamericana ha juzgado de superficial, desconociendo un movimiento profundo en los cimientos de la revolución y que ha derivado en la llegada de dirigentes como Miguel Díaz-Canel, primer alto funcionario en llegar al Consejo de Estado, habiendo nacido con posterioridad a la Revolución del 59. Con este panorama, la nueva izquierda que tantas veces ha hablado en nombre de Cuba dispone de un activo que seguramente reconocerá como el producto de la presión sostenida de gobiernos progresistas y como un triunfo de aquellos que han preconizado una integración que vaya de la mano con un distanciamiento de Washington.
La eventual normalización de relaciones entre Cuba y Estados Unidos supondrá una mayor actividad diplomática de países como Ecuador y Venezuela para el fin del embargo total, un objetivo que en el mediano plazo no será viable y menos con un Congreso en manos del Partido Republicano. Más allá del cálculo, comienza una nueva era en las relaciones entre esta renovada izquierda latinoamericana y Estados Unidos.
Otra vez Fidel tuvo razón – Por Carlos Aznárez
Nadie sabe más que el pueblo cubano a la hora de enfrentar a un Imperio. Por eso esta victoria lograda con la recuperación de los tres héroes antiterroristas, a cambio de la liberación de un espía de la CIA, es un paso fundamental a la hora de graficar su paciencia, su tenacidad y por último la dignidad en la defensa de principios.
Al igual que ocurriera con el caso del niño Elián González, en que Fidel puso a todo el pueblo de pie y transmitió esto mismo a los defensores de la Revolución fronteras afuera, la iniciativa movilizadora impulsada por él en un histórico discurso («Volverán», sentenció) y en esta última etapa por Raúl, ha dado sus frutos. Preguntémonos cuántas movilizaciones y actos de todo tipo han realizado las mujeres y hombres de Cuba por la libertad de los Cinco. Más aún, cuánto de ese espíritu solidario sirvió para contagiar a los pueblos del mundo, y hacer que se sumen activamente al mismo reclamo.
Esa conjunción de Pueblo más Fidel más solidaridad internacional ha sido fundamental a la hora de demostrarle primero a los Bush, luego a Clinton y por último a Obama que cuando «golpean a uno de nuestro lado, nos golpean a todos», y así derrotar unitariamente la inmensa maquinaria de mentiras puesta en marcha desde el 12 de septiembre de 1998, cuando los Cinco fueron detenidos, encarcelados y bochornosamente «juzgados» por los enemigos de Cuba.
Lo ocurrido ahora es parte de una encarnizada Resistencia. La misma que se puso en marcha hace ya casi 56 años cuando el pueblo de Cuba y su dirigencia decidieron hacer una Revolución profunda, sin retaceos de ninguna índole. Un proceso liberador que caminara hacia el Socialismo. El Imperio contestó con su peor rostro y pensó que esa pequeña Isla a escasas 200 millas de su brutal poderío militar iba a naufragar frente al más criminal de los bloqueos. Si eso no alcanzara, allí estaba el recurso de la invasión militar para convencerlos y ponerlos en línea.
Fracasaron una y mil veces. Fueron derrotados en el Escambray, en Bahía Cochinos y en Playa Girón. Tampoco pudieron cuando borraron a Cuba de los foros internacionales, o reteniendo por la fuerza a Elián y menos cuando decidieron tomar como rehenes a Gerardo, Antonio, Fernando, René y Ramón.
Al Imperio en su soberbia, le faltó entender que cuando un pueblo está dotado de una conducción revolucionaria (con Fidel y Raúl la ventaja en ese sentido es enorme), posee la fortaleza ideológica que da el haber ido construyendo el Socialismo durante más de medio siglo y además ha sabido llegar con su ejemplo a los corazones de todos los pueblos de Latinoamérica y el mundo, no hay enemigo invencible.
Por eso, toda Cuba festeja en la calle la recuperación de sus 5 héroes y la alegría que este hecho provoca se extiende como reguero de pólvora. Sólo bastaba ver este glorioso miércoles 17 de diciembre los rostros de los millones de amigos que la Isla de la dignidad tiene en todos los sitios del planeta, o el de los mismos presidentes que estaban reunidos en Entre Ríos tratando de darle más bríos al Mercosur.
Con los Cinco en casa junto a sus heroicos familiares (ellos también jugaron un rol más que destacable ), con las relaciones diplomáticas entre los dos países nuevamente restablecidas después de tantos años de asedio gringo, ahora sólo falta el levantamiento del bloqueo. El genocida Obama (que hoy muestre su rostro concesivo no nos debe hacer olvidar con qué clase de personaje hay que lidiar) tendrá que convencer a sus halcones de que este sin sentido ya no va más. Se los viene diciendo en los últimos meses hasta su propia prensa en las páginas del New York Times. Lo susurran sus empresarios, apurados por hacer negocios con Cuba frente a la competencia europea y ahora el avance inversor de China. El bloqueo ha sido un total y absoluto fracaso. Cuba sigue de pie y ha vuelto con fuerza a todos los estamentos de integración latinoamericana.
Por todo ello, si en el tiempo que ahora viene, finalmente la nación cubana terminara de acertarle la estocada final al bloqueo, habrá quedado claro a los ojos del mundo que una vez más la vida pudo con la muerte. Por supuesto que el Imperio lo seguirá intentando, desde ya que el pueblo cubano y su conducción revolucionaria deberán estar alertas frente a la invasión cultural, turística y económica que se avisora (hasta el energúmeno John Kerry ya se ha anotado primero en la lista de visitantes a la Isla), pero esa será otra batalla. Por ahora, a seguir festejando y gritando «Volvieron». «Viva Cuba»,»Viva Fidel», «Viva Raúl».
Cuba y Estados Unidos salen de la Guerra Fría – Diario O Globo, Brasil
Cuba e EUA saem da Guerra Fria
Os Estados Unidos e Cuba começaram ontem a derreter o imenso iceberg que se formou nas últimas décadas entre eles, separados por apenas 150 quilômetros. Em pronunciamento em que anunciou o início da normalização das relações com a ilha comunista, o presidente Barack Obama foi claro: “Estes 50 anos mostraram que o isolamento não funcionou. É hora de uma nova abordagem.” Esta “nova abordagem” representa uma virada histórica para os EUA e Cuba, com forte impacto em todo o hemisfério, por seu poder de influenciar posições e políticas envelhecidas de blocos e de cada nação em particular.
Os dois países têm um passado de hostilidade, ódio e frustração. Em 1962, o mundo esteve à beira de uma guerra nuclear pelo estacionamento de mísseis soviéticos em Cuba, de onde poderiam atingir qualquer ponto dos EUA.
Só ontem se soube que negociações secretas entre Washington e Havana ocorriam há 18 meses, sob os auspícios do governo do Canadá. Soube-se também do papel decisivo do Papa Francisco no encorajamento dos contatos entre os dois lados. Obama e o presidente cubano, Raúl Castro, fizeram questão de agradecer ao Canadá e ao Pontífice.
Revelou-se, ainda, com o anúncio do degelo nas relações, que Obama e Castro fecharam a negociação num telefonema de hora e meia na terça-feira. Eles confirmaram, nessa conversa, a libertação por Cuba do empreiteiro americano Alan Gross, condenado na ilha a 15 anos de prisão, supostamente por espionagem, tendo cumprido cinco anos da pena, e com a saúde se deteriorando. Havana libertou também um espião americano preso há 20 anos. Em troca, Washington soltou três espiões cubanos, de um grupo original de cinco. Cuba se comprometeu, também, a libertar 53 presos, considerados políticos pelos EUA, a facilitar o acesso da população à internet e a abrir espaço para mais visitas de avaliação da ONU e da Cruz Vermelha.
Raúl Castro anunciou as mudanças ao povo cubano no mesmo horário em que Obama falava, porém de forma mais resumida. “Esta decisão do presidente Obama merece respeito e reconhecimento do nosso povo”, afirmou o dirigente cubano. Todavia, fez questão de observar que o bloqueio econômico a Cuba persiste — ele só poderá ser levantado pelo Congresso americano. Mas Obama expressou a confiança de “poder comprometer o Congresso com um debate sério e honesto sobre o levantamento do embargo”. Raúl assumiu o governo cubano em 2006, por problemas de saúde de Fidel Castro, que dirigia o país desde a vitória da revolução, em 1959. Fidel não teve participação no presente processo de reaproximação, disse o governo americano.
Obama anunciou que o processo de normalização das relações começará com o restabelecimento de embaixadas nas respectivas capitais. O secretário de Estado, John Kerry, informou que a subsecretária para o Hemisfério Ocidental, Roberta Jacobson, viajará em janeiro a Cuba para iniciar as discussões nesse sentido com os cubanos. “Espero ser o primeiro secretário de Estado a visitar Cuba em mais de 60 anos”, observou Kerry. Washington retirará Cuba da relação de países que incentivam o terrorismo.
Cuba é um anacrônico bastião stalinista caribenho, e o regime comunista fez da ilha um país fechado. Menos apenas que a Coreia do Norte. A radical mudança de posição cubana, ao concordar com a reaproximação com os EUA, reflete o reconhecimento de seus dirigentes de que a abertura econômica, adotada com parcimônia nos últimos anos, se revelou insuficiente para dar ao país o dinamismo que a sociedade requer. A isso se somou a debacle econômica da Venezuela, mantenedora do regime de Havana ao fornecer petróleo em troca da atuação de médicos cubanos nos programas sociais venezuelanos. Outros parceiros cubanos, como Rússia e Irã, também estão em dificuldades. A crise cubana ameaça a hegemonia do Partido Comunista, que já havia aumentado a repressão a dissidentes.
Os EUA entenderam, finalmente, que o arsenal de medidas contra Cuba há tempos passou a servir apenas de argumento aos líderes comunistas para manter as bases do regime. Os governantes cubanos aprenderam a se valer da inimizade de Washington para justificar a repressão aos dissidentes e os altos investimentos militares. Aos cubanos, as migalhas.
A manutenção do embargo econômico tornou-se uma questão capaz de mexer profundamente com a política americana. A Flórida concentra uma enorme população de cubanos-americanos, constituída a partir dos que deixaram a ilha nas últimas décadas para escapar de perseguições políticas e/ou das péssimas condições de vida. Os representantes dessa população americana aprenderam a usar politicamente a aversão ao regime comunista e ameaçavam sempre levá-la a votar contra candidatos favoráveis à suspensão do embargo. E a Flórida tem peso importante nas eleições presidenciais nos EUA. Mas essa situação está mudando, na troca de gerações, embora o senador Marco Rubio, descendente de cubanos e possível presidenciável republicano, tenha criticado o reatamento de relações. A seu ver, isto dará novo fôlego ao Partido Comunista para permanecer no poder. Parece estratégia eleitoral.
Numa outra reviravolta, os EUA anunciaram que não farão objeção à participação de Cuba na próxima Cúpula das Américas, a realizar-se em abril, no Panamá, com a presença de Obama. Há décadas, Washington resistia ao comparecimento cubano às cúpulas hemisféricas, apesar da pressão dos países latino-americanos.
O anúncio do reatamento cubano-americano se deu quando os líderes do Mercosul se reuniam na cidade de Paraná, na Argentina, e coube ao presidente da Venezuela, Nicolás Maduro, reconhecer “o gesto do presidente Barack Obama, um gesto de valentia e necessário na História” (…)
A iniciativa dos EUA e de Cuba apanha a Venezuela em momento delicado, com sua economia destroçada pela queda do preço do petróleo. A política chavista de desviar a atenção dos problemas internos para um inimigo externo — os EUA — deixa de ter apelo com o acercamento entre Havana e Washington.
Os EUA querem fazer negócios em Cuba, é certo, mas o mercado cubano ainda é pequeno e pobre. O impacto do anúncio de ontem é mais expressivo, a curto prazo, para a América Latina. Ele tira sustentação de aspectos da política externa brasileira e de aliados bolivarianos, por exemplo, voltados para temas superados da Guerra Fria, como confronto Norte-Sul, o antiamericanismo e o terceiro-mundismo.
Mas ainda é cedo para garantir, como imaginam os EUA, que a abertura diplomática reverterá em mais liberdade e vida mais digna para os cubanos. Os caminhos, porém, para isso já podem ser abertos.
MEA CUBA – por Abel Gilbert
Hay un capítulo de Los Simpsons en el que Homero, el Señor Burns y Flanders viajan a Cuba con un billete de un trillón de dólares. En ese capítulo le escuchamos decir a Fidel, antes de quedarse con el dinero: “Camarada nuestra nación está en la ruina, no tenemos más opción que abandonar el comunismo [expresiones de lamento]. Lo sé, lo sé. Pero sabíamos desde el principio que esto no funcionaría”. El Gobierno cubano se enojó, y mucho, con Matt Groening. Pero el Fidel real (cuánto hemos discurrido durante los años del socialismo real sobre originales y copia, acontecimiento y simulacro) no tardó en coincidir con su caricatura. Ocurrió durante su único discurso público de 2010, en la Universidad de La Habana: “Entre los muchos errores que hemos cometido todos, el más importante era creer que alguien sabía de socialismo o alguien sabía cómo se construye”. Como en “El otro”, el cuento de Borges, una distancia que no es sólo del orden temporal separa al Comandante que en 1961 se consideraba “un revolucionario perfecto” del octogenario de la autocrítica generalizada. (En un país en el que se lo invocaba al grito de “Comandante en Jefe: ordene, donde sea, lo que sea, para lo que sea”, sin embargo el error lo cometen “todos”). Fue Fidel, entonces, el que saldó el debate: el castrismo había fracasado. De lo que se trataba, en adelante, era de resguardar jirones (oh, ¡Girón!) de las conquistas, en especial cierto margen de independencia política en el inexorable mundo procaz de la integración al mercado mundial.
También hace cuatro años, Raúl Castro, el general de la sinceridad inequívoca (llegó a hablar de “mi amigo, el georgiano”, en alusión a Stalin, en 1989, para justificar ejecuciones sumarias del general Arnaldo Ochoa y el ranger Tony de la Guardia), confirmó que el desparpajo no le impide cierta clarividencia. Dijo entonces Raúl, al defender sus reformas económicas, que Cuba se enfrentaba a una encrucijada: “O rectificamos o nos hundimos”. Iván de la Nuez, uno de los más lúcidos intelectuales cubanos nacidos tras la victoria revolucionaria, advirtió de inmediato lo que subyacía en el razonamiento: “el problema -y después de medio siglo en el poder Raúl Castro tiene que saberlo-, está en la paradoja que encierra su agónico imperativo. Es cierto que si el gobierno no rectifica, se hunde el país. Pero si rectifica en profundidad, se hunde el gobierno”.
Poco y nada cambió internamente desde 2010, cuando los hermanos dijeron lo mismo con otras palabras. La contradicción sigue allí, imperturbable. Lo nuevo tiene que ver, por estas horas, con el histórico gesto recíproco entre La Habana y Washington que debería llevar, más temprano que tarde, a la normalización de las relaciones bilaterales y el levantamiento de las sanciones comerciales vigentes desde 1961. Las señales no llegan en cualquier momento de esta historia de enemistad. La sensación de urgencia, aunque en escalas diferentes, es compartida a uno y otro lado de la corriente del Golfo que separa a los dos viejos enemigos. La caída del precio del petróleo y la crisis que esto provoca en Venezuela y Rusia, dos aliados de La Habana, obligan al castrismo a imaginar con mayor premura horizontes que reemplacen a estos proveedores. De otro lado, los empresarios norteamericanos están mirando, como simples testigos, cómo se reconvierte la economía cubana. En los últimos meses, The New York Times repitió el reclamo al Departamento de Estado: se necesita avanzar en la era del pragmatismo. “Washington podría empoderar el campo reformista al facilitar que los empresarios cubanos obtengan financiamiento externo y formación empresarial”, dijo el pasado lunes. Para el diario, “es poco probable que esa estrategia sea exitosa, a menos que Estados Unidos abandone su política de cambio de régimen. A pesar de que la transformación económica de Cuba está avanzando lentamente, bien podría conducir a una sociedad más abierta”.
La intransigencia de Washington con Cuba sólo le ha servido desde el giro político regional para aumentar la distancia con una América Latina donde China gana terreno. El gesto de Barack Obama es, aunque no se diga, un gesto hacia esa región que ya no tutela. Obama tuvo que reconocer que medio siglo de hostigamiento comercial no ha servido para nada. Sólo encontró una utilidad victimizante en La Habana: los Castro responsabilizaron a las agresiones de Washington (que existieron, ¿quién se atrevería a negarlo?) de todo lo que se hacía mal en la isla (y cuando se dice todo quiere decir eso: todo). Eso no es cierto. Durante los años de alianza estratégica con Moscú, Cuba utilizaba mayor cantidad de fertilizantes y tractores por hectárea que los farmersnorteamericanos. Pero no podía resolver los problemas alimentarios ni la escasez crónica. El bloqueo siempre obturó las discusiones. ¿Qué sucedería el día después? No faltarán los que dgan que las cosas iban mejor con el antagonista.
Parte de la elite norteamericana ha entendido hace mucho que el hundimiento del castrismo, más que un triunfo, significaría un problema mayúsculo: dispararía una estampida de cubanos a Estados Unidos. ¿Más latinos? ¡No! Es esta burocracia militar, en permanente estado de reacomodo y acumulación, la única capaz de llevar adelante la transición cubana y llegar a un entendimiento con una parte del exilio. El sector más recalcitrante del anticastrismo, como era de esperar, ha reaccionado del modo contrario. El tema cubano se mete además en la interna del partido republicano. El senador Marco Rubio dejó entrever su inconformidad con los anuncios. Pero no todos comparten esa aversión de décadas: aunque de modo menos estridente, empieza a ser cada vez más compartida en EE.UU la idea de que al castrismo, remozado desde que Raúl se hizo con el poder y puso en marcha reformas que nadie habría imaginado con Fidel al mando, no se lo derrota con la CIA sino con la SEARS, la famosa cadena comercial, con la que los espías comparten algo más que una analogía fonética: “Find something great!”, anuncia el buscador de la mega tienda y, quizá, en esa consigna, se encuentre una de las razones de este cambio.
Volvamos a 2010. Ese año se estrena una película cubana “serie B” que nos dice algo sobre este presente: Juan de los muertos es una suerte de símil jocoso de The Walking Dead. Cuba es invadida por zombies, a los que primero se los llama disidentes, porque en Cuba por décadas no se encontró otra manera de definir la alteridad. Uno de los protagonista se va cuando se expande la plaga: “Allá vas a tener que trabajar para ganarte la vida. ¡Esto va a pasar!”, le advierte Juan. Su amigo duda: ¿Si? ¿Y si se meten así otros 50 años más?”. Los zombies se convierten al final en mayoría: la mutación es inevitable. La metáfora de lo muerto viviente también. Eso es el socialismo caribeño, cuyo segundo ingreso económico son las remesas familiares. De lo que se trata ahora, para salvar o hundirse o, mejor dicho, para hundirse y salvarse, es que ese flujo monetario crezca y ayude a recapitalizar la isla.
Curioso el momento en que ocurren los cambios. Me gustaría citar, para este final, el reciente libro de De la Nuez, El comunista manifiesto (Galaxia Gutemberg). De la Nuez dice que es ahora -cuando se da por muerto y enterrado-, que el comunismo sale del sarcófago y consigue apuntalar la frase con la que se anunció: “un fantasma se cierne sobre Europa…”. Si lo propio de los fantasmas -los zombies de ayer-, según los diccionarios, es aparecer después de la muerte, entonces no es antes del comunismo -período en el que Marx y Engels despliegan la metáfora-, sino a posteriori, cuando podemos hablar de este espíritu tan temible: “de modo que únicamente después del derribo del Muro de Berlín es cuando el comunismo se convierte en un fantasma que recorre Europa; el espectro de un mundo muerto que insiste, con ardides muy dispares, en tirar de los pies a los que han sobrevivido”. El que resurge hoy, añade, es un comunismo de baja intensidad. Derrotado en lo político, se ha refugiado de forma paulatina en una cierta comodidad estética. Hay, de hecho, un género, el Eastern, y una forma de expresión melancólica, la Ostalgia, a la que Cuba, la Cuba profunda, no es ajena. La revolución solo permanece como parque temático. Sobre ese territorio, ese mapa, se desplegarán los cambios.
La decisión que cambia todo – Por Carlos Pagni
Veinticinco años después del comienzo del derrumbe, el Muro de Berlín terminó de caer ayer en Cuba. El restablecimiento de las relaciones con Estados Unidos apagó el último rescoldo de la Guerra Fría.
Entender esta novedad exige observar distintos tableros. Es el punto de partida de un reacercamiento de Washington a América latina, en un momento en que otras potencias, como China, elevan su perfil en la región. Es el paso más largo que haya dado el régimen de los Castro hacia la liberalización de su economía, que coincide con la crisis de su gran aliado, el chavismo, víctima de la caída del petróleo.
Es el reconocimiento norteamericano a los invalorables servicios cubanos a la pacificación de Colombia. Es el primer gran triunfo diplomático del papa Francisco en su propio continente, que permite olvidar la frustrante mediación entre el gobierno y la oposición venezolanos. Y es una de las dimensiones de ese regreso hacia sí mismo que Barack Obama ha emprendido desde que la derrota electoral comenzó a liberarlo de la carga del poder.
Visto en la perspectiva del corto plazo, el reencuentro entre Estados Unidos y Cuba cambiará la dinámica de la VII Cumbre de las Américas, que se celebrará en Panamá el próximo 10 de abril. Desde que el presidente anfitrión, Juan Carlos Varela, invitó a Raúl Castro a la reunión, Obama comenzó a correr el riesgo de participar sólo para dar explicaciones. Un récord que ya batió George Bush en Mar del Plata.
Ayer se modificó ese panorama. Después de reconocer que la estrategia de aislar a Cuba estaba equivocada, la Casa Blanca anunció una reducción drástica del embargo dispuesto hace 50 años, lo que significa una corriente de personas, comercio e inversión que cambiarán la fisonomía de la isla. El giro se basó en la premisa según la cual no hay democracia sin mercado. En el discurso de ayer, que acaso sea uno de los más trascendentes de toda su gestión, defendió el argumento de que no existe método más eficaz para democratizar una sociedad que independizar a los ciudadanos del asfixiante peso del Estado, expandiendo su capacidad de decisión. Con esa concepción Obama interpelará a los líderes populistas que irán a Panamá, donde habrá una representación importante de la sociedad civil cubana. Y también desafiará a la oposición conservadora de su país, para la que deponer el embargo es ceder ante la dictadura castrista. El republicano Marco Rubio fue ayer el vocero de esa tesis.
Ayer, desde la oficina de Roberta Jacobson, la subsecretaria para las Américas del Departamento de Estado, monitorearon la reacción que produjo la noticia no sólo entre los gobernantes de la región, muchos de los cuales participaban de la cumbre del Mercosur en Paraná, sino también en las redes sociales. La curiosidad va más allá de la preparación del encuentro panameño. Obama confesó que, al aliviar el bloqueo, pretende remover uno de los rasgos más antipáticos de la política exterior de su país frente a América latina.
Esa introspección no se produce en el vacío. La conversación entre Obama y Castro coincide con el derrumbe en el precio del petróleo, que pone en tela de juicio la protección venezolana sobre Cuba. El aumento de las remesas trimestrales a la isla de 500 a 2000 dólares es un maná imprescindible para el régimen. El chavismo gravitó en el Caribe gracias al envió de 500.000 barriles diarios de un crudo 60% más barato que el que se adquiere en el mercado. Esa donación, de la que Cuba es beneficiaria junto a otros 13 países, ahora es inviable. Tal vez por eso Estados Unidos ofrecerá un programa de energías renovables en ese vecindario.
La crisis de Venezuela ofrece también un marco simbólico a la jugada norteamericana. Es decir, corrobora la confesión de Eduardo Galeano. El autor de Las venas abiertas de América latina dijo que esa obra fue escrita sin conocimiento de la economía y la política. Es el libro que Chávez le regaló a Obama.
La tormenta venezolana es la escena de otros movimientos. Hace 15 días todo el gabinete económico de Nicolás Maduro viajó a Pekín para acordar un trueque de divisas por activos petroleros y mineros. Rafael Correa ya había apelado a ese remedio. Y Cristina Kirchner va en la misma dirección. En los 18 meses que lleva como presidente, Xi Jinping ya visitó dos veces la región. Vladimir Putin también se está acercando. En julio pasado los dos visitaron La Habana.
El reingreso de los Estados Unidos a la diplomacia regional por la puerta de La Habana es una respuesta a estas iniciativas. Pronto habrá otras. Por ejemplo, la búsqueda de un candidato de consenso para reemplazar, en mayo próximo, al secretario general de la OEA, Miguel Insulza. Pero sería un error evaluar la noticia de ayer olvidando el servicio que está prestando Cuba al principal aliado de los Estados Unidos en América del Sur. El proceso de paz colombiano sería imposible si los Castro no oficiaran de garantes. Mucho más desde que Chávez falleció. Se entiende, entonces, que Juan Manuel Santos haya sido, junto al Papa y al primer ministro de Canadá, Stephen Harper, uno de los abogados del restablecimiento de relaciones.
A una distancia mayor de la operación, Dilma Rousseff también se beneficia con estas novedades. Ella pretende recomponer durante su segundo mandato las relaciones con los Estados Unidos, que declaró interrumpidas cuando se supo que el gobierno de ese país había intervenido sus comunicaciones telefónicas y las de la turbulenta Petrobras. La aproximación entre Washington y La Habana reduce el costo de esa reconciliación ante la izquierda brasileña. Dilma se mostró muy entusiasta: saludó a Obama, Castro y el papa Francisco por haber logrado «un cambio en la civilización».
Cristina Kirchner no fue tan simétrica. Como, a diferencia de Dilma, ella se va, tiene poco para recomponer. Por eso ayer festejó el «reconocimiento de la dignidad cubana» y admitió «una decisión inteligente» de Obama. Para otorgar este segundo premio utilizó la fórmula de sus grandes resignaciones: «Por qué no decirlo». La misma con la que reconoció, en marzo de 2013, que había sido elegido «un papa latinoamericano». La Presidenta celebró la liberación de tres espías cubanos presos en los Estados Unidos. Pero olvidó la del incógnito espía estadounidense y la del ciudadano Alan Gross, cautivos en La Habana. No deben haber sido decisiones inteligentes. También tuvo un pequeño lapsus cuando dijo, como si fuera una vecina de Oklahoma, «bienvenida Cuba». Eso sí, se atribuyó haber enseñado a Obama el lugar común de Einstein «es de necios hacer siempre lo mismo y esperar resultados diferentes», que el presidente demócrata utilizó ayer. Axel Kicillof aplaudió a rabiar el aforismo. ¿Lo habrá entendido?
El papa Francisco puede haber recibido el entendimiento, en el que intervino en persona, como un regalo de cumpleaños. Cuando Obama y Castro lo anunciaban, comenzaron a sonar las campanas de todas las iglesias de La Habana. No es la primera vez que un Castro busca la cobertura de la Santa Sede en una encrucijada. En 1998, cuando el paraguas soviético se había cerrado, Fidel invitó a la isla a Juan Pablo II. En las tratativas, que se realizaron con el auspicio de Bill Clinton, tuvo un rol decisivo Carlos Menem. Ahora que Venezuela está en dificultades apareció Jorge Bergoglio, un protector más familiar: ambos Castro se formaron con jesuitas. Más allá de esos detalles, la diplomacia cubana insiste en un criterio: «Cuando una conciliación la oficia el Vaticano no hay riesgo de que parezca rendición».
Con el acontecimiento de ayer, Obama sigue construyendo su legado. Como todo político privado del poder, él también se vuelve más celoso de su identidad. El presidente de los Estados Unidos está volviendo, para espanto de los victoriosos republicanos, a su agenda original. Los demócratas repitan estos días el mantra reaganiano de los ?80: «Let Reagan be Reagan» (deja a Reagan ser Reagan), «let Obama be Obama». La fórmula incluye la legalización de inmigrantes; la defensa de medidas preventivas del cambio climático que acaba de hacer John Kerry en Lima; y las negociaciones nucleares con Irán.
En el anuncio del reencuentro con Cuba hubo, sin embargo, una peculiaridad. Obama dedicó un largo párrafo de su discurso al reconocimiento de un error. Un ejercicio que otros presidentes no pueden hacer. Incluso Castro.
Claves del cambio de política entre Estados Unidos y Cuba – Por Peter Hakim
El Presidente Obama ha dado completamente la vuelta a la política de Estados Unidos sobre Cuba. En su discurso adoptó por completo los argumentos y las propuestas de los que, durante mucho tiempo, han reclamado un replanteamiento de la política hacia Cuba. El Presidente reconoció el fracaso de la política de Estados Unidos de los últimos cincuenta años, para lograr el objetivo de llevar la apertura política y económica a Cuba y sugirió que incluso pudieron haber sido contraproducentes, contribuyendo a la continuidad de las políticas autoritarias y a una economía estancada y cerrada.
En segundo lugar el Presidente ha pedido el fin de la estrategia de aislamiento diplomático de Cuba y de las restricciones económicas. Estados Unidos hará ahora una política contraria a lo que ha mantenido. Aunque al principio de su mandato Barack Obama había levantado algunas restricciones, los cambios fueron modestos y principalmente diseñados para facilitar la comunicación entre los cubanos que viven en EEUU y sus familiares en Cuba.
Los principios esenciales política norteamericana de línea dura se han mantenido en gran medida. Pero hoy el Presidente ha dado un giro de ciento ochenta grados. En lugar de continuar con el embargo a Cuba, los Estados Unidos buscarán un mayor intercambio con la isla, más comercio, más comunicación, más cooperación. Es cierto que el marco legal de la Ley Helms-Burton representa un permanente obstáculo, pero el Presidente tiene amplia autoridad para disminuir y evitar sus restricciones cuando se trata de servir claramente a los intereses de Estados Unidos.
Con el tiempo, la continuidad del compromiso político de Estados Unidos con Cuba dependerá de dos factores críticos. Uno es la reacción política a esta política en los EE.UU. Las encuestas sugieren que la mayoría de los norteamericanos, – y de una parte significativa de los cubano-americanos – apoya ahora una normalización creciente de las relaciones con Cuba. Habrá poderosos oponentes a la decisión del Presidente, incluyendo a los tres senadores cubano-americanos y un puñado de miembros cubanos de la Cámara, aunque es poco probable que tengan mucho éxito para movilizar a una fuerte oposición pública. Pueden, sin embargo, tener suficiente influencia para asegurar una resolución del Congreso que condene la acción del Presidente; pero esto sería meramente simbólico con poco impacto práctico.
El segundo factor es qué ocurrirá ahora en Cuba; qué cambios políticos está dispuesto a realizar el Gobierno cubano. Cuanto más pueda demostrar Cuba una verdadera voluntad de permitir la libertad de expresión, de poner fin a su dura represión de la disidencia, de evitar las manifiestas violaciones de los derechos humanos y ampliar las oportunidades económicas, más fácil será para Obama, o para cualquier otro presidente de Estados Unidos, continuar con una política de normalización. Aquí es donde hay un lugar para la preocupación.
A diferencia del discurso del presidente Obama, que hizo hincapié en los extensos cambios en la política de Estados Unidos, las observaciones del presidente cubano parecían más centradas en lo que permanecería inalterado en Cuba que en lo que iba a cambiar. Es cierto, los cubanos liberaron a Alan Gross, pero lo habrían hecho en cualquier momento de su arresto si los Estados Unidos hubieran estado dispuestos a entregar a los prisioneros cubanos como lo hicieron hoy. Otra concesión cubana fue la liberación de 65 disidentes encarcelados, pero no hubo garantías de que Cuba esté dispuesta a tolerar la disidencia o de que no seguirá con nuevas detenciones. El Presidente Castro salió sin hablar de ningún cambio político importante. Esperemos que estén próximos.
Lo que más gana Estados Unidos con los cambios anunciados es la mejora de su credibilidad, en todo el mundo y quizás, lo más importante, en América Latina. Año tras año, el embargo norteamericano contra Cuba ha sido masivamente denunciado en la Asamblea General de la ONU (apoyada la posición de Estados Unidos sólo por uno o dos votos). Todos los países del Hemisferio Occidental (incluyendo Canadá) han instado a EE.UU. a levantar su embargo. ¿Cómo podría ser creíble el compromiso con el multilateralismo y la cooperación regional declarado por los EE.UU. cuando las treinta y dos naciones latinoamericanas y caribeñas se oponen a la exclusión permanente de Cuba de las habituales cumbres de los líderes del Hemisferio Occidental?. Finalmente, se salieron con la suya y el presidente cubano ha sido invitado a participar en la cumbre del próximo año en Panamá.
De hecho, esa invitación puede haber ayudado a precipitar el cambio de política de Obama. Incluso el compromiso de EE.UU. con el cambio democrático en Cuba ha estado en cuestión. Muchos analistas independientes y altos funcionarios de países de todo el mundo piensan que el embargo es una ayuda a la hora de sostener en el poder el régimen represivo de Cuba. No hay duda de que el discurso de hoy de Obama ayudará a que los EE.UU. sea un socio más creíble y confiable en asuntos interamericanos y a que se ponga fin a un tema que divide desde hace mucho tiempo las relaciones Estados Unidos y Latinoamérica.
Los beneficios para Cuba serán más materiales. Tal vez sea una mera coincidencia que el acuerdo entre Estados Unidos y Cuba, anunciado hoy, llegue cuando la economía Venezuela se tambalea por una mala gestión y la caída de los precios del petróleo. La economía cubana ha llegado a depender en gran medida de las transferencias de Venezuela, que quizás lleguen a ser de $ 4 o 5 mil millones por año, y los EE.UU. son probablemente el único sustituto posible si el flujo de capital de Venezuela se termina. Cuba puede estar recibiendo ya alrededor de $ 2000 millones al año en remesas de cubanos residentes en los EE.UU. y tal vez mil millones más por el comercio y el turismo. Un acercamiento entre los dos países multiplicaría esas cifras. Tal vez esto sea por lo que Obama pidió una Cuba democrática y próspera.
Las victorias de Cuba – Por Emir Sader
Cuba y Berlín eran las dos esquinas más tensas de la guerra fría. La caída del muro sacó a Berlín de esa condición. La normalización de las relaciones entre La Habana y Washington hace lo mismo con Cuba.
Cuba siempre consideró que un gobierno demócrata en su segundo mandato – cuando ya no dependía tanto de la colonia cubana en la Florida – era la chance más grande de que esa normalización se diera. Jimmy Carter no tuvo segundo mandato. Al final del segundo mandato de Bill Clinton, hubo una intensificación de las acciones terroristas contra Cuba –incluso con una avioneta repartiendo panfletos sobre La Habana -, lo cual llevó a que Cuba abatiera una de esa avionetas, con la muerte de sus dos tripulantes y la aprobación de parte de EUA de leyes todavía más duras del bloqueo.
Ahora, intermediado por otros factores – la prisión de un empresario norteamericano que llevaba materiales de comunicación a sectores de la oposición clandestina al gobierno y la campaña por la liberación de 3 de los 5 cubanos que todavía permanecían en las cárceles de EUA – se confirmó la previsión: un presidente demócrata es quien protagoniza el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Cuba.
La ruptura de relaciones y el bloqueo, desde hace ya más de medio siglo, eran instrumentos con los cuales los EUA consideraban que asfixiarían al nuevo gobierno cubano. Había un dogma hasta aquel momento según el cual “Sin cuota, no hay país”, esto es, si EUA dejaban de comprar la cota de azúcar cubano, el país se hundiría.
Cuando EUA suspendió la compra del azúcar cubano, una parte de la burguesía del país cerró sus casas y se fue a Miami a esperar la caída del régimen de Fidel Castro. Cuba sufrió duramente esas medidas. Todos los países latinoamericanos – a excepción de México, que mantuvo solo relaciones diplomáticas – hicieron lo mismo que EUA, rompiendo relaciones con Cuba, haciendo que, para cualquier compra, el país tuviera que apelar a algún país europeo.
Cuba tuvo que sufrir el intento de invasión de 1961, el cerco naval de 1962, cantidad innumerable de acciones de terrorismo, de intentos de asesinar a Fidel Castro, sanciones económicas que bloquean su capacidad de desarrollo económico. Pero Cuba logró resistir.
EUA no contaban con que la URSS los sustituyera, comprando el azúcar cubano, además de proveer el petróleo que Washington también dejaba de entregar a la Isla. La inolvidable imagen de un inmenso buque soviético, con la hoz y el martillo, entrando al puerto de La Habana, a 90 millas de los EUA, era un gesto de audacia que empezaba a romper el bloqueo a Cuba.
Con el paso del tiempo, países de América Latina fueron restableciendo relaciones con Cuba, primero diplomáticas, después comerciales, hasta que la situación se revirtió. Si Cuba estaba aislada al inicio del bloqueo, eran los EUA que pasarían a estar aislados, en las votaciones en Naciones Unidas, donde, desde 1992, pasaron a contar apenas con el apoyo de Israel y de alguna islita lejana en contra las abrumadoras votaciones de condena del bloqueo. El aislador se volvía aislado.
Ahora, a la vez, Cuba logra dos grandes victorias en un solo día: resiste al bloqueo, rompe el bloqueo, no cede para nada frente a las amenazas y ataques de la más grande potencia imperial de la historia de la humanidad, logra el restablecimiento de las relaciones diplomáticas, en los términos que siempre ha planteado – con el respecto entre iguales, como naciones soberanas e iguales. Y, a la vez, logra el retorno de los 5 cubanos que estaban presos en EUA.
Entre los temas de las densas discusiones que se desarrollaran a partir de ahora, estará seguramente Guantánamo. Ese pedazo del territorio cubano apropiado por EUA cuando desembarcó en Cuba con el pretexto de pacificar el conflicto entre la Isla y España, cuando Cuba estaba cerca de expulsar a los antiguos colonizadores y volverse independiente. La apropiación de Guantánamo estuvo en el marco de las sanciones impuestas a España, junto con Filipinas y las Islas Guam.
Lo que debiera ser una ocupación de un siglo impuesta por los EUA, se ha vuelto permanente – al contrario del Canal de Panamá, que volvió a la soberbia panameña. Como base militar Guantánamo no tenía ninguna importancia, pero permanecía como presencia soberbia de la potencia imperial derrotada por los cubanos. Hasta que recién se ha vuelto la vergonzosa prisión fuera de cualquier cobertura jurídica internacional para que EUA procediera a los salvajes tratamientos que dieron a los acusados de terrorismo.
Ahora no hay ninguna razón más para que Obama trasfiera los más de 160 presos que todavía quedan, cierre la base naval y devuelta a Cuba el territorio que pertenece por todo derecho a la Isla. Ahí si se habrán normalizado totalmente las relaciones entre Cuba y los EUA.
Obama tuvo que confesar que la estrategia norteamericana de intentar asfixiar a Cuba por el bloqueo económico y el asedio terrorista, ha fracasado. Los dos países vuelven a tener relaciones diplomáticas, el inmenso edificio que mira hacia Miami, en el Malecón habanero, abrigará de nuevo un embajador de EUA, mientras que Cuba tendrá, en el mismo viejo casaron de la embajada del país de hace décadas, en Washington, un embajador.
Se cierra la última página de la larga guerra fría de la segunda pos guerra. A lo mejor empezamos otras, con carácter y dimensiones distintas, pero aquella ahora está definitivamente cerrada. Y de la mejor manera posible para Cuba y para todos los que le apoyaron en contra del injusto bloqueo.
Welcome Back, Cuba! – Por Nicholas Kristof
Is there any element of American foreign policy that has failed more abjectly than our embargo of Cuba?
When I hear hawks denouncing President Obama for resolving to establish diplomatic relations with Cuba and ease the embargo, I don’t understand the logic. Is their argument that our policy didn’t work for the first half-century but maybe will work after 100 years?
We probably helped keep the Castro regime in power by giving it a scapegoat for its economic and political failures. Look around the world, and the hard-line antique regimes that have survived — Cuba and North Korea — are those that have been isolated and sanctioned. Why do we think that isolating a regime is punishing it, rather than protecting it?
Few initiatives failed more catastrophically than the American-backed Bay of Pigs invasion of Cuba in 1961. Yet while an armed invasion failed, I bet that we would have done better if we had permitted invasions of tourists, traders and investors.
American tourists in Havana are already asking plaintively why Wi-Fi is so scarce — or why the toilet paper is so rough. We need hordes of them, giggling at ancient cars held together with duct tape, or comparing salaries with Cubans.
Sometimes the power of weaponry fades next to the power of mockery.
When I was a law student in the early 1980s, I financed a visit to the Soviet Union by smuggling in bluejeans and Walkmans and selling them on the black market. My Russian customers regarded my goods with reverence, and me with jealousy. The craving for cool consumer goods was perhaps as much a factor in the toppling of the Soviet empire as the yearning for voting rights.
Our economic embargo hurt ordinary Cubans, reducing their living standards, without damaging Cuban elites. The embargo kept alive the flames of leftism in Latin America, creating a rallying cry for anti-imperialists.
The United States, over the years, considered bizarre assassination plots against Fidel Castro, like an exploding seashell. There were also proposals to humiliate him by drugging him with a hallucinogen, or using a depilatory to make his beard fall out. Our tax dollars at work.
Senator Robert Menendez, a Cuban-American Democrat, objects that “President Obama’s actions have vindicated the brutal behavior of the Cuban government.”
Likewise, Senator Marco Rubio, a Cuban-American Republican, denounces the approach as “based on an illusion, on a lie, the lie and the illusion that more commerce and access to money and goods will translate to political freedom for the Cuban people.”
The critics are absolutely right that the Cuban regime is both oppressive and economically incompetent. But wishing unpleasant governments away doesn’t have a great track record.
My views are shaped by having lived in China for a time in the 1980s when the country was opening up to the West. Waves of foreign visitors were deeply unsettling to Chinese who believed in the system.
In 1983, a British friend of mine returned to his hotel to find his contact lenses missing from their case. He asked the hotel staff, and one cleaner explained proudly that he had washed out the contact lens case in the sink.
An uproar followed. Soon all the Chinese staff in that hotel learned, with wild surmise, that Westerners had access to tiny, invisible glasses that they could put on and take off. They absorbed this with astonishment and envy.
Senator Rubio is right that encounters with new technology and wealth are not immediately lethal to authoritarianism. After all, the Chinese Communist Party is still solidly in place, and even imprisoning the great Nobel Peace Prize winner Liu Xiaobo.
Yet these encounters are if not lethal, at least corrosive. China has become less monolithic because of its interactions with the world. There’s no political pluralism in China, but there is economic and cultural pluralism. Maoist days are forever gone.
Likewise, I’m struck how often North Korean defectors have told me that they had a change of heart simply by visiting China or Russia and seeing themselves patronized as backward.
During the North Korean famine in the 1990s, the government there tried to console the starving population with television programs about the dangers of overeating, including a documentary about a man who ate too much rice and exploded. At the time, North Koreans would stare at the rare visiting foreigner, especially anyone a bit rotund, with a transparent range of emotions: jealousy, awe, and perhaps a bit of wariness in case of detonation.
So bravo for the new Cuba policy. Sending in gunmen to liberate the Bay of Pigs failed. Maybe we’ll do better with swarms of diplomats, tourists and investors. Preferably plump.
Cuba: triunfo histórico – Diario La Jornada, México
El principio de la normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, anunciado ayer en sendos mensajes públicos por los mandatarios Raúl Castro y Barack Obama, constituye un triunfo histórico para la sociedad y el gobierno de la isla, y es un hecho que dará trascendencia a la trayectoria presidencial del segundo.
La normalización incluye, para empezar, el restablecimiento de los vínculos diplomáticos entre ambos estados, rotos desde 1961, y la atenuación, por la Casa Blanca, en el brutal, inhumano e ilegal embargo que desde hace más de medio siglo ha aplicado contra la isla; el inicio de acciones de cooperación en materias de salud, inmigración, combate al terrorismo y al tráfico de drogas; respuesta a catástrofes, incremento del transporte, el comercio, así como la información entre ambos países y la autorización para intercambios turísticos y financieros bilaterales. La eliminación definitiva del bloqueo dependerá del Congreso estadunidense, toda vez que requiere de reformas legislativas, aunque Obama exhortó a los legisladores a emprender «una discusión seria y honesta» al respecto.
En el espíritu de la normalización, ambos gobiernos acordaron liberar, el de Cuba, al contratista Alan Gross, quien estuvo encarcelado cinco años por intentar la instalación de una red de telecomunicaciones no autorizada, y de un espía anónimo preso durante dos décadas; y el de Estados Unidos, a tres de los cinco agentes de la inteligencia cubana que aún mantenía presos y que fueron capturados en 1998, cuando reunían información sobre actividades terroristas en Miami.
La liberación de los cinco, considerados héroes en su país, constituye además un motivo de celebración para el gobierno y la sociedad, la cual se movilizó en repetidas ocasiones en demanda de su libertad, así como la concreción de la promesa formulada hace más de una década por el ex presidente Fidel Castro de que serían llevados de vuelta a Cuba.
Del discurso pronunciado ayer por Obama puede concluirse, sin ambigüedad, que el afán de la clase política de su país por asfixiar al gobierno de Cuba por medios políticos, diplomáticos, comerciales y financieros, ha fracasado, como sucedió anteriormente con los intentos de Washington por derrocar a Fidel Castro por vías militares y ataques terroristas. Así lo señaló el propio mandatario estadunidense al reconocer que la política tradicional contra la isla partía de «un enfoque obsoleto» que «fracasó», que «no sirve al pueblo estadunidense ni al cubano», que representa «cadenas del pasado» y que ha implicado un esfuerzo inútil por «empujar a Cuba al colapso».
En suma, por lo que respecta a Cuba, la hostilidad convertida en política de Estado de Washington ha llegado a su fin –aunque siga pendiente la derogación de las leyes del bloqueo–, y ello ocurre sin que La Habana haya realizado concesión alguna en su modelo político y económico. Como expresó ayer mismo el presidente Castro, el diálogo bilateral secreto que culminó en los anuncios se ha desarrollado «sin menoscabo a la independencia nacional y la autodeterminación» cubanas.
Tales anuncios también constituyen un logro de importancia capital para el papado de Francisco, el pontífice argentino que tomó la iniciativa en la mediación entre La Habana y Washington, a fin de lograr la normalización de las relaciones bilaterales, y de la diplomacia canadiense, que coadyuvó en el proceso. Asimismo, el hecho demuestra la justeza de la postura de los gobiernos latinoamericanos, los cuales abogaron durante décadas por el fin de la hostilidad oficial estadunidense contra Cuba.
Obama tiene ante sí, a partir de ahora, el doble desafío de enfrentar el enojo de los sectores más reaccionarios de su país, que han recibido la noticia con palpable disgusto, y de promover en el Capitolio el fin del bloqueo. Pero, con independencia de la suerte que corra en ambas tareas, debe reconocérsele la valentía y la determinación que ha exhibido al emprender un deslinde claro e inequívoco con respecto a uno de los rasgos más vergonzosos y agraviantes –y de los más arraigados– de la política exterior de su país.
Adiós a la Guerra Fría – Diario El Espectador, Colombia
El anuncio ayer de los presidentes Barack Obama y Raúl Castro de iniciar un proceso que lleve al fin del embargo y el restablecimiento de relaciones diplomáticas, tras más de 55 años de tensión, es una excelente noticia que saludamos con gran entusiasmo. Por su importancia para el continente americano, el acontecimiento se asemeja, guardadas proporciones, a la caída del muro de Berlín. Abril de 2015, Cumbre de las Américas en Panamá, podría ser el momento definitivo para el encuentro formal de los dos jefes de Estado.
El hecho de que para Obama el realismo político y económico haya podido más que las presiones de la derecha republicana lo enaltece. Desde hace años se ha dicho que el embargo y las sanciones económicas y políticas, que desde Washington se impusieron a La Habana, no obtuvieron los resultados esperados, es decir, doblegar al gobierno de Cuba. Lo mismo se puede decir de Raúl Castro, quien da un paso histórico acorde con sus medidas de apertura económica en la isla desde el momento en que asumió el poder al reemplazar a su hermano Fidel. Las llamadas Oficinas de Intereses que existen en las dos capitales han fungido como embajadas de facto, dado que por el rompimiento de relaciones no podía haber un contacto diplomático formal. De manera que no se comenzará de cero en este “deshielo”, sino que con seguridad se van a utilizar los lazos e infraestructura existentes.
Las consecuencias son considerables. No sólo por la gradual disminución, y esperamos pronta terminación, de la tensión prevaleciente por más de un siglo entre los dos países. También está el lado humano, porque familias que quedaron separadas entre la isla y Estados Unidos luego del triunfo de la Revolución, o debido a los problemas económicos y de falta de libertades en Cuba, se podrán reencontrar en un futuro cercano. El éxodo de balseros que llevó a la muerte de un buen número de personas que se lanzaron al mar tratando de llegar a Estados Unidos quedará para la historia. A la vez, una eventual normalización de las relaciones de por sí se traducirá en mayor transparencia y vigilancia a los recortes democráticos del régimen cubano sobre sus pobladores.
Para la región, una consecuencia que se debe tener en cuenta es que la cercanía de Cuba con Venezuela y los países de la llamada Iniciativa Bolivariana para las Américas (ALBA), debe entrar en una etapa de revaluación. El discurso antiimperialista al que se achacan todos los males y problemas de algunos de estos países, comenzando por Venezuela, ya no será una excusa para ampararse u ocultar el fracaso de sus modelos económicos. Sin desconocer algunos aciertos en materia social, la realidad ha demostrado que fórmulas comunistas fracasadas, y que sólo se mantienen en una dictadura estalinista como la de Corea del Norte, están mandadas a recoger.
Para Colombia esta noticia es también un espaldarazo a la arriesgada apuesta del presidente Juan Manuel Santos de haber vinculado a Cuba como actor principal en el proceso de paz, tanto como sede de los diálogos como por la manera en que ha ayudado, junto con Venezuela, a hacer entrar en razón a un grupo guerrillero que hace mucho se quedó por fuera del tren de la historia. Ahora habrá que comenzar a actuar de manera asertiva en la forma en que nuestro país pueda colaborar con La Habana en un inmediato futuro en su proceso de apertura.
Con todo, más allá de la trascendencia de esta decisión, queda una asignatura pendiente esencial: el proceso de transición hacia una democracia operante, con elecciones independientes, separación de poderes, liberación de presos políticos y medios de comunicación libres, entre otras cosas. Si Cuba quiere ingresar de nuevo al entorno de países democráticos en el hemisferio, así tiene que demostrarlo. Esperemos que más temprano que tarde se dé el primer paso en dicho sentido.